Memorias, diarios y crónicas

210 JOSE MANUEL DE COYENECHE estado de este Ejército a menos fuerza de las que tiene. Vea V. E. por la copia del No. 3 lo que sobre el particular me representa el Coronel Lombera, Comandante General de Armas de Cochabamba, siendo en mi concepto el que no admite sin aventurar sus objetos, disminución. La de Oruro la ha tenido de cien hombres que por ahora deben sacársele con destino a completar cuatro mil en Salta y Jujuy, para cuyo número tendré que reducir la de La Paz, balan– ceando siempre en estas distribuciones para seguridad y sosiego de las Provincias y Partidos que cada una guarnece". ¿y será posible que teniendo el Virrey en sus manos las causa– les justas de Lombera, que consta por el anterior acápite haberle remitido, y juntamente este oficio mío en que Je satisfago en orden a disminución de guarniciones, haya omitido citarles en su parte, atribuyendo la falta de ejecución de esta su orden a que era efecto de estar poco satisfecho de sus razonamientos? Si el Virrey no conocía el terreno, las distancias, el genio, ni demás datos que son precisos para mandar con acierto, y sus razonamientos, como él los titula, eran desbaratados y perjudiciales ¿se podrían poner en prác– tica aunque los ordenase? No se podía hacer otra cosa que satisfa– cerlo tolerando sus impertinencias, hice y en prueba de ello léase en el acto y sin que pase tiempo el oficio del 31 de enero, que llama el Virrey destemplado lleno de sofisterías, argumentos escolás– ticos y reflexiones anti-militares. Es un milagro que no se le haya traspapelado, pero se salvó de este naufragio y aun el de tragárselo vivo porque sabía y temía que su autor lo guardaba, y que vinien– do al necesario tiempo de una desgracia a que ya lo emplazaba, había de salir a luz; es tal su valor, exigente fuerza y destrucción de cuanto el Virrey había ordenado, que aunque va adjun to con el No. 11, lo inserto a la letra y Dice: "Excmo. Sr.- Sin más descanso que las pocas horas restantes de la noche del 25 de diciembre último en que despaché el correo general de esa carrera, me contraje el día 26 a leer muchas veces, a meditar y examinar punto por punto el oficio reservado de V. E., de 14 del propio mes, según lo anuncié en mi confidencial de aque– lla fecha, porque en medio de las celosas advertencias con que V. E. creyó dejar a cubierto de todo riesgo mi inmediata responsa– bilidad, observé desde su primera lectura que ni mi ejército, ni yo, ni la Nobleza que me rodea, que ni el Rey, el Perú y la Patria podemos prometernos la seguridad que calcula V. E. sobre las úni– cas bases de despreciar al enemigo en el concepto de su impotencia,

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