Memorias, diarios y crónicas

l\11'.l\IOIU\ 211 cuando estas esperanzas no tienen otro princ1p10 que el no haber obrado ofensivamente al Ejército de Belgrano contra el nuestro en su retirada del Tucumán, y el suponer que las Tropas de Buenos Aires deben hallarse otra vez a esa hora cuidando de su defensa en la banda oriental del Río de la Plata contra el Ejército Portugués, del que sabía por noticias particulares, regresaba a los puntos que antes había tenido ocupados. "V. E. arranca sus conjeturas desde el remoto origen de la revolución de Buenos Aires, persuadiéndose que la pérdida del Alto Perú provino únicamente del manej o mal entendido del Presidente Nieto, y de la adhesión de estos Pueblos al perverso sistema del Río de la Plata, añadiéndome que habiendo conseguido domar en los campos de Guaqui el orgullo del numerosísimo ejército que se disolvió enteramente en aquella batalla, y no podía reemplazarse jamás, tampoco queda qué recelar de que nada en lo natural pueda suceder que deba darme cuidado, y concluye V. E. que el terreno adquirido no debe perderse, sino defenderlo palmo a palmo de cuya triste necesidad también dice V. E. que estamos muy distantes. Como yo debo ajustar mis planes de ofensa y defensa a las propor– ciones de mis recursos, y al propio tiempo medir mi seguridad, pre– cisamente por mi fuerza, sería una necia imprudencia prometerme felicidades contando solamente con lo que le falta al enemigo, sin aparejarme de todo lo que necesito por mi parte para que en el caso de una imprevista vicisitud no me acuse la razón de lo que me quitase la desgracia. Ya es indispensable a mi propio honor y al interés general del Reino, que V. E. se sirva dar más tiempo, a las consideraciones de nuestra crítica situ ación y a las reflexiones pode– rosísimas que paso a proponer de nuevo en detalle a fin de que no se comprometan a resultas más sensib les, ni la autoridad de V. E. por lo que hubiese mandado, fuera del alcance de las circunstancias, ni tampoco mi obediencia, po r lo que Llegase a ejecutar contra lo mismo que debe precaver y representar con esfuerzo un General magnánimo, pero cercado de peligros. Desde que el Pueblo de Bue– nos Aires depuso a su Virrey el Marqués de Sobre-Monte, sin desa– grado de la Corte, y poco después proyectó ejecutar lo mismo con su sucesor D. Santiago Liniers, por común conoc1m1ento, aunque secreto, de las Provincias del Perú, empezó a fermentar por todas partes el espíritu de libertad, y de independeRcia con tal vigor, que sólo esperaban, genios capaces de dirigirlos para hacer brillar los prodigios del atrevimiento. Siguió este ejemplo, primero que nadie,

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