Memorias, diarios y crónicas

212 JOSE MAl\ULL DI COYENECIIE la Ciudad de la Plata, por mayo de 809 y La Paz en julio del mis– mo año, con tan acalorado entusiasmo que ni los castigos, ni la deficiencia de recursos para poder sostener tales delirios, bastó a contener los Ímpetus del fanatismo. "Al año siguiente de 1810 reventó el volcán que sólo había humeado en Buenos Aires hasta entonces, con la desgracia de que los Gobernadores del Perú, despreciando las proclamas y amenazas de los Porteños, ni creyeron que fuesen capaces de aparejar ninguna expedición agresora, ni cuidaron de oponer en tiempo remedios oportunos para contener las irrupciones, y reprimir la audacia, y la propensió n de los pueblos a favor de aquel sistema. "Cuando se acercaron las tropas revolucionarias auxiliadas de los incautos Tucumanos, la sorpresa se apoderó de todos los jefes, sin esperanza ya de recurso alguno de parte de sus provincias, por– que manifestaron bien presto por sus juntas secretas, y por sus con– versaciones que estaban muy distantes de oponerse a unas fuerzas que simulaban no poder resistir sin exponer sus vidas a inútiles sacrificios. Bajo de estas disposiciones fue derrotado en Suipacha, a siete de noviembre del referido año de 810, un pequeño batallón de ochocientos hombres mal disciplinados y peor dirigidos, que sa– lieron indiscretamente de las trincheras de Santiago de Cotagaita, para buscar al enemigo en su retirada, contra el dictamen del Presi– dente Nieto, que no pudo prevalecer con toda su autoridad al com– plot que los oficiales marinos formaron para esta ruinosa empresa. "Bastó la noticia para que no quedase en la estacada ni un soldado de los de Cinti y otros partidos que servían en Caballería, sobrecogidos de un terror tan irreparable, que el Presidente tuvo a bien de ordenar que cada uno escapase como pudiera, conociendo que sin su orden o contra sus órdenes, al cabo harían eso mismo, y por complacer a los Porteños, entregarían también su persona, por alguna maliciosa, o cobarde capitulación, que de facto intentaron los mismos marinos. "En medio de este fatal aturdimiento, fugó el Presidente, sin rumbo ni resguardo. En Potosí apresaron al Gobernador; el pueblo sin armas y un Cabildo sin carácter desarmó ciento cincuenta hom– bres de fusil, arrojándolos de la Villa, y al día siguiente practicó lo propio con cuatrocientos hombres del Cuzco que entraron de reti– rada en partidas sueltas, con su Comandante Basagoitia, sin que nadie hubiese podido reanimar aquellas intimidadas tropas, para una reacción militar, en ningún punto de estas provincias, y cada uno

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