Memorias, diarios y crónicas

llfElll ORIA 213 escapó por donde buenamente pudo, dejando todo el campo a dis– creción del enemigo. "Ni jamás se podrá evitar este desorden en América, en otras iguales desgracias, porque los grandes despoblados no permiten po– derse apoyar en las poblaciones, como se proporciona en la Europa, y los caminos son muy largos, escabrosos, y desamparados de víve– res y todo otro recur~o, para poder avanzar en reunión, a marchas redobladas, unas jornadas tan distantes, donde los más qued arían descarriados por el cansancio; y si quisiesen caminar pausadamente, no podrían llegar a sus destinos, por falta de alimentos y bagajes, expuestos a perecer todos entre las mayores ignominias. Ya hemos visto este resultado al p ie d e la letra con los Porteños derrotados en Guaqui, y siempre sucederá lo mismo, en cualesquiera otras de– rrotas, especialmente mientras durase la guerra civil, porque los mis– mos pueblos del tránsito serán los más crueles enemigos que destro– zarán a las tropas fugitivas, como lo hicieron con Castelli en Oruro, y otras partes a pesar del aplauso con que los recibieron. "i\uestra gloriosa retirada del Tucumán, será tal vez la excep– ción única de esta regla, pero fue porque influyeron para ello otras causas muy extraordinarias. Por una parte mandaba las tropas un jefe experto, amable, constante y de talentos para conducirlas obe– deciendo sin violencia. Por otra parte los soldados peruanos pisaban un país montuoso, desconocido, y por todos términos horrible, que los obligó a procurar morir primero, marchando entre sus ca– maradas, para no verse arrastrados por los campos a la cincha de los caballos, o servir de pasto para las fieras, siempre que se queda– sen entre aquellos bosques. Al mismo tiempo sabían que caminando unidos noventa leguas, iban < tomar seguro asilo en las dos ciuda– des de Salta y Jujuy, que ya estaban reconciliadas con las armas del Rey, con tropas de refuerzo, municiones y caudales que yo anticipé al cargo de buenos comandantes con previsión de que és– tos sean los únicos medios de poder salvar las consecuencias de cualquiera funesta vicisitud, sin que pueda dársele este nombre a la acción del Tucumán, por defecto del J efe Tristán, cuyos esmeros y arreglo debieron producir la ocupación actual de aquella Plaza; y si esta jornada no produjo los resultados que nos prometimos, atribú– yalo V. E. sin vacilar a la falta de J efes de División, cuya memoria en los que asistieron a ella con voluntad, y sin conocimientos, ha hecho que sigile su insuficiencia, y agradezca sus servicios, pues unos fueron muertos, y otros prisioneros.

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