Memorias, diarios y crónicas

218 J OSE MANUEL DE COYENECllE presentó el l\layor General Tristán, en sus oficios instructivos de 20 de octubre y 7 de diciembre último, que tengo transmitido a V. E. con oficio de 18 del mismo diciembre, quedando por esta deficien– cia en el mismo pie todas las dificultades, para no poder contar con ninguna seguridad estable, sin los indicados refuerzos. "Este ejército es la barrera para Lima como lo fue el de Sierra l\torena para la Andalucía, y cualquiera desgracia de por acá, sería trascendental y funestísima para esa Capital del Virreinato. Por lo mismo si ella se ve libre de todo contagio, en sí misma tiene su seguridad y defensa, sin necesidad de tan gruesa guarnición, que se– ría más provechosa en estos territorios, pero si ofrece cuidados, sobra para prueba de que ha llegado hasta ahí la influencia de los Porteños a efecto de que no debamos vivir satisfechos, sólo con ha– cer desprecio de sus tropas. "Siendo pues de mi cargo guardar la suficiencia de mi fuerza actual, por comparación con los peligros, repito otra vez, que sin los refuerzos pedidos, jamás seré responsable de ninguna mala resul– ta, aun cuando vinieran los desertores (que no es de esperar) por– que unos hombres tales a quienes el derecho público de todas las Naciones, y nuestras Ordenanzas y Leyes políticas, los reputan por ciudadanos pérfidos, cobardes y traidores a la Patria, por haber de– samparado las banderas en tiempo de tranquilidad, son mucho más indignos de confianza en acciones de guerra, donde se debe temer justamente que en vez de atacar al enemigo, volverán las espaldas cobardemente aventurando las acciones más bien combinadas. Y por esto es, que lejos de poder ser útiles, más bien los considero perju– diciales, para no ser admitidos por su mal ejemplo, entre tropas de valor y de más noble carácter. "Aunque en Cochabamba no sólo admitieron sin repugnancia, la prohibición de tener caballos, sino también la confesaron por muy justa en cambio de quedar con vida en goce de todas sus pro– piedades, pero en las demás provincias no conviene ni aun intentar– lo, para no hacer odioso y cruel al Gobierno con una novedad, que sería bastante a promover un clamor y disgusto universal digno de nuevos y mayores cuidados. "La Casa fuerte de cada pueblo debería componerse de baluar– tes para baterías, almacenes para víveres y pólvora, corrales para bestias, habitaciones para oficiales y otras cosas semejantes, que exi– gen el gasto exhorbitante de más de treinta mil pesos a que no alcanza el Real Erario, cuando nos falta aún para el ejército. Moti-

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