Memorias, diarios y crónicas

MEMORIA 225 mentos auténticos y originales No. 44, que lejos de corroborar el falso supuesto del Virrey, hacen justicia a mi comportación, pues la confesión ingenua de este distinguido jefe, sólo la hacen los hom– bres reconocidos y despreocupados que jamás olvidan el fundamen– tal origen de su prosperidad, que ingenuamente me atribuye en la parte militar que ha desempeñado con tanta utilidad del servicio de V.M. Hasta el día afecta el Marqués de la Concordia ignorar que no fue la pérdida de la vanguardia dimanada de falta de tropa cuando dice: "Si hubiera reforzado aquel cuerpo con dos mil hombres de los que sobraban de las guarniciones". Si él los hubiese aprestado cuando yo los pedí, seguramente serían sobrantes para este u otros fines de mejor éxito, como tengo demostrado, del mismo modo que calificó que las guarniciones a que apela no era posible desmenbrar– las no sólo en ese número, ni aun en la mitad sin evacuar todas las provincias de retaguardia que sólo se sotenían por el respeto de la tropa, pues la de Cochabamba que por su mayor fuerza prestaba idea de alguna disminución, ve V.M. por el No. 42, la oposición que hace su Comandante Don Gerónimo Lombera; esta misma la vio el Virrey cuando con igual justificativo le di cuenta, pero su tácito consentimiento para conmigo, lo rompe con V.M. avisando de sus proyectos pero no de sus resultados, porque para su plan no le guiaba el verdadero espíritu de imparcialidad, sino un golpe de mano que previniese en mi contra. El mal éxito de la vanguardia no provino de escasez de tropa de nuestra parte. Ojalá hubiese habido menos que ésa, más disponi– ble habría quedado a mis órdenes para no ir a buscar refuerzos a retaguardia en lugar de haberlos tenido a mi vista, que era el fin con que los pedía al Virrey. Los enemigos fueron iguales a noso– tros, y nuestras guerrillas estaban ya victoriosas sobre su campamen– to, cuando herido el Comandante del ala izquierda queda aquel flanco a cargo del inepto Marqués del Valle de Tojo, y de algún otro oficial infidente que induciendo a los soldados a la dispersión se ponen en vergonzosa fuga a buscar los atrincheramientos de Sal– ta. El Jefe Tristán que ocupaba el centro, cree remediar este inespe– rado desorden corriendo en persona a atajarlo y, mientras toma esta resolución, hija del calor pero no del cálculo, el resto de su línea de centro y derecha, siguiendo el ejemplo de la izquierda, con más o menos desorden, desbaratan la formación, pierden la unión, se apodera el terror y la desconfianza y cada uno a su modo busca el

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