Memorias, diarios y crónicas

226 JOSE l\lJ\NUfl. DE COYENECHE abrigo de las trincheras, de esa clase de fortificación, hija primogé– nita de la táctica del Virrey y seguro apoyo del miedo y del abati– miento como la experiencia lo ha acreditado. Cuando Tristán se ve sin el ala izquierda y que no se oían sus imprecaciones para volver– la a formación, vuelve los ojos a la línea que había dejado en pie, y se encuei;itra sin ella, y su tropa en absoluta dispersión en pos de la Plaza; solo en el campo de batalla corre a la ciudad, y ya no halla ni fuerza ni vigor: las zanjas, las iglesias, las casas particulares eran el abrigo de nuestros envilecidos batallones y no pasaron de 100 hombres los que encontró disponibles en la Plaza Mayor; este cuadro verdadero y sucinto de aquella acción comprueba que no se perdió por falta de fuerzas, y que si más hubiese habido, más hu– biéramos perdido; lo que prueba claramente, es que el Virrey no se ha impuesto de los partes y noticias que le pasé, pues si hubiese examinado su tenor, no vería remediados los males de Salta con aumentar nuestra pérdida, sino con decir a V.M. que el desorden, la falta de Jefes de División y un aturdimiento que cedió en cobar– día, fueron las causales legítimas de aquella derrota. Síntomas todos que no es dado al hombre más sabio y penetrador el conocerlos con más anticipación que la del momento, en que la fuerza humana no alcanza a con tener sus estragos y es forzoso quedar a discreción de las resultas. No es de extrañar que el Virrey siga su presupuesto de ocultación, él se realza, porque cede en abatimiento mío, que es el verdadero plan que se p ropone. Nada hay más demostrado en esta memoria sino que las esca– sas órdenes que dio al tacto, fueron discutidas con examen, comu– nicadas donde convenía y expuestos sus inconvenientes, de cuya verdad habla el oficio del 31 de enero No . 11, inserto anteriormen– te. Sólo una ambición de aura militar y de cálculo inerrable, de que está bien distante el Marqués de la Concordia, pudo haberle sugerido la pifiática maestría con que liga el resultado feliz de la victoria de Salta al cumplimiento de sus órdenes, que supone des– preciadas con altanería y petulancia. Hablen las piezas justificativas, que acompaño, véase en ellas la desnuda verdad, y sólo así se ven– drá en conocimiento que la verdadera petulancia la desplegó el Virrey en concebir y dictar su oficio, obra inmortal de su capaci– dad y su descrédito. La consulta oficial que establece el Virrey haberle yo pasado a D. Juan Ramírez pidiéndole dictamen sobre el partido que debería tomar en aquellas circunstancias, y que dice el Virrey acompañarla

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx