Memorias, diarios y crónicas

227 con el No. 16, no puede menos de ser un falso documento pues jamás entró en mis combinaciones dar este paso oficial bien distan– te de los talentos de Ramírez, a quien conocía tan perfectamente cual lo indica el documento No. 43; podía suceder que en nuestra confidencial correspondencia le hablase sobre la situación de aquel tiempo y por hacerle un honor de corte le insinuaría desearía me dijese su sentir, pero de oficio jamás lo he ejecutado, por no ser don, dado a Ramírez, el del consejo y previsión. Esa misma genera– lidad, que dice el Virrey, con que opinó aquel jefe de pasar con toda la fuerza a defender a Salta es un absurdo que más parece proposición de un corrillo de noticieros que dictamen militar. Es preciso ver la fecha en que se supone esta falsa consulta y que se me ac1editc con firma mía en papel de oficio que yo la he dirigi– do; además, el ir con toda la fuerza, era evacuar todas las Plazas y Provincias decididamente infidentes, cuya obediencia y sometimiento provenía de su respeto. ¿y quién que tenga conocimientos del arte de la guerra adelanta sus conquistas dejando sus espaldas en poder de enemigos? Yo no tenía ningún cuerpo de reserva disponible, que no se hallase empicado en objetos que aseguraban la tranquilidad y seguridad de los pueblos. Salta en aquel tiempo tenía los cuatro mil hombres, con diferencia de doscientos, que eran los que solicitaba el comandante Tristán. La estación de lluvias y lo crecido de los ríos, alejaba según todos los informes la proximidad de una batalla. Nuestro preponderante estado, según se ve en la pieza justicativa No. 16, nada prometía más que un éxito feliz. Luego, ¿con qué fin abandonar todas las provincias al incendio de una nueva rebelión que no ardía sino en fuerza del respeto de las guarniciones que la sujetaban? Cuando mi situación lo determinó de resultas de la pér– dida de la vanguardia fue preciso evacuar a Charcas, Potosí y Co– chabamba para la organización del nuevo ejército, que antes de cua– renta días arreglé en Oruro. ¿y en el momento que aquellas ciuda– des y sus vastos partidos se vieron libres de las tropas de V.M., no se sublevaron en el acto contra el sistema del Rey, hasta el caso de quemarme en estatua en Charcas y confiscarme los efectos preciosos de mi decoro que aún había de mi propiedad en aquel punto? Vea V. :\1. el sagrado depósito de que respondían las guarniciones: nada menos que de la sujeción a la Monarquía Española, de la seguridad pública y de la conservación del orden. Si antes de tiempo y sin necesidad urgente me hubiese visto lejano del centro de mis recur– sos y con mi retirada cortada envuelta en este caos, ¿cuál hubiera

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