Memorias, diarios y crónicas

234 JOSE !liANUEL DE COYENECIIE que jamás hubiera tomado en conocimiento las materias de que trato, si no me viese hostigado de la ingratitud del l\tarqués de la Concordia. La misma suerte han sufrido, con más o menos contrastes cuantos Oficiales Generales han estado en inmediato contacto con el Virrey: véase lo que ejecutó con el Presidente de Quito, el Jefe de Escuadra D. Joaquín Molina; léanse sus informes sobre el Te– niente General D. Toribio de Montes, sucesor de Molina, el princi– pal resentimiento con este Jefe dimana de no haber querido sujetar el distrito de su Presidencia a la inmediata intervención del Virrey cuyo exaltado orgullo quería mandar en todo y ser árbitro de la gloria que otros adquirían. Montes reconoce sus facultades, se decla– ra independiente de su jurisdicción y esto basta para que ya no sea el hombre apreciable que fue en Lima en el empleo de Sub-Inspec– tor. Yo pude haber hecho lo mismo cuando conquisté la Presiden– cia de Charcas, pudiendo hacer valer el nombramiento de Presidente interino de aquel distrito que acompaño con el No. 47; ya no esta– ba en el Virreinato de Lima el Presidente propietario, había sido decapitado y yo era un Mariscal de Campo llamado por sucesión de mando a ocupar aquel destino en su vacante, pero lejos de hacerlo, jamás pensé más que en extender la autoridad y jurisdicción del Virrey que me ha retribuido después de tanta sujeción a sus órde– nes con los apodos indebidos que dictó la calumnia y poco exa– men. Pero lo que pone el sello al carácter inconsecuente e irrefle– xivo del Virrey es su conducta con el Teniente General D. Juan Henestrosa. Lo elige por mi sucesor anunciándome su viaje con los encomios más encarecidos de su aptitud militar, que literalmente inserté en la proclama de mi despedida del Ejército No. 31, pues así me lo previene de oficio lo ejecute, y sin más intervalo que de un correo a otro, este General es depuesto del mando y cambiados los elogios en rasgos de descrédito a su persona. Yo no dudo que el desaire que ha sufrido con tan poca justicia como acuerdo, haya ofrecido a V.M. el juicio que necesariamente reclama el honor de un Jefe de alto carácter, expuesto a tan noble contraste. Este catá– logo de Generales que no han sido del gusto del Marqués de la Concordia, califica que yo no podía esperar de su manejo otra recompensa que la que ofrece en su oficio de 14 de abril de 1813. Sería difuso si emprendiese analizar los s~ntimientos justos que debería producir contra su carácter émulo, ambicioso de una gloria de que está distante y baste decir a V.M. que en los cinco años

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