Memorias, diarios y crónicas

238 JOSE MANUEL DE GOYENECHE sitúo en las desiertas y heladas márgenes de las orillas del gran lago de Titicaca y en las gargantas del Desaguadero, y doy principio a la memorable creación de un ejército educando oficiales y soldados en la más refinada táctica europea. En el interín, la seducción de Bue– nos Aires corre como un rayo y gana los corazones, se derram~ la sangre de los jefes más distinguidos de la América y la tropa auxi– liadora de Buenos Aires adelanta sus marchas sobre las cenizas y derrota del General Nieto, y con las bendiciones y aplausos de los pueblos, viene en pos de mí, nombrado ya el piquete de Granade– ros que debería pasarme por las armas. Solo yo con los fieles cuz– queños, amenazado de desgracias, combatido de los pueblos, perse– guido de sus opiniones y desengañado que ni Lima me ofrecía más que una amistad aparente, puesto que el Virrey Marqués de la Con– cordia permitía que el Ayuntamiento de su Capital, dando el trata– miento de Excelencia al abate Castelli, dirigiese proposiciones de conciliación, cuando yo sin querer reconocer su autoridad, negándo– me a darle el tratamiento, desechaba las halagüeñas promesas con que me convidaba a partir en mando de la América, sin convenir ni aun en una conferencia que me pedía, doy la memorable batalla de Guaqui, combinada en cuatro leguas de línea, y en un solo día afortunado restauro la dominación de V.M. Afirmo al Perú en su vacilante subordinación, consolido la decadente autoridad del Virrey y hago estremecer a Buenos Aires, llegando a sus puertas los restos cansados de los pocos dispersos que dominados del espanto con sete– cientas leguas de huída cuentan la ruina de su orgullo y la pérdida de la opinión y concepto que los engreía. Sigo mis conquistas: la segunda batalla en Cochabamba destru– ye esta Provincia, coloso de esperanza de la América, sujeto las demás de Charcas, Potosí, Salta, y sin ser ayudado de las Tropas Auxiliares Portuguesas ni de Montevideo sostengo la guerra, arreglo la administración, y sigo imperturbable negado a mí mismo, pero sobrio, desinteresado, y sin economizar mi sangre y mi descanso, dispuesto a oblarlo todo en servicio de la España. En estos días felices se instauran de nuevo proposiciones hala– güeñas por el jefe de los revolucionarios, ofreciéndome cuatro mil hombres auxiliares de Buenos Aires para que fijase la suerte y go– bierno del Virreinato de Lima, sin más pensión que la amistad y alianza con Ja Junta. El desprecio fue el pago que determinó mi honor a la infidente audacia de proposición tan indigna de mi amor y sumisión a V.M.

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