Memorias, diarios y crónicas

DI \RIO TO!'.lAD() EN UMA 245 Hería D. Diego Castrillón, y D. Alejandro Herrera, juramentados en la desgraciada acción de Salta vinieron a visitarme, y manifestán– dome sus deseos de volver al Ejército, despreciando el juramento, se reunieron conmigo, me acompañaron hasta él. No así diez o doce oficiales del Regimiento 1 de Lima, que con más de cien soldados del mi~mo cuerpo se hallaban en Tacna con igual juramento pues resistieron a mi voz su vuelta, y aunque les mandé pasasen a guar– necer la ciudad de Arequipa supe después de mi ausencia del puer– to, que no habían obedecido la orden y se fueron a Lima. Los mandaba el Capitán Cabero. 9.- El día 3 de junio hecha la aguada y algunos víveres y deja– do en tierra los enfermos salí para el Puerto de Quilca que era el del destino, y el 7 por la noche entró la corbeta en él. Al día siguiente por la tarde lo hice yo, y en este día y los dos siguientes se desembarcó la artillería y demás pertrechos, que se dirigieron a Arequipa, en las mulas que ya su Intendente tenía apostadas, y todas sus providencias al inmediato encargo del Coronel de Milicias Arauzo y un Oficial Real que hallé en el puerto para auxiliarme. 10.- El día 11 por la mañana salí de Quilca sin tropa ninguna y llegué a Arequipa el 14 por la noche a apearme en la casa de Goyeneche sin embargo de que el Cabildo me tenía preparada casa, y el Intendente Moscoso y otros me convidaron con las suyas por medio de propios que me enviaron al camino. Mi comitiva se aco– modó en una casa particular que yo había mandado alquilar desde Lima. ll.- El Cabildo me dio un lucido refresco; el Intendente y el Brigadier Cosio, me dieron u'1a lucida comida cada uno. Conferen– cié con todos sobre los ruidosos disgustos que había entre corpora– ciones y particulares de la ciudad. Logré que todos quedasen conformes y avenidos que era una de las órdenes que traía: y algunos perturbadores fugaron antes de m1 entrada temerosos de ser presos conforme a la orden que traía. 12.- El día 23 a las dos de la tarde salí de Arequipa para Puno a donde llegué el 29 por la tarde, y me apeé en la casa del Intendente D. Manuel Químper. Aquí tuve que hacer bastante para conciliar los ánimos del Intendente, cabildantes y otros que estaban en una total desavenencia. Logrelo, y que el Cabildo me dijese de oficio que para siempre ofrecía la mejor armonía con el Intendente. Rompí con su conocimiento todo lo escrito sobre sus quejas dadas

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