Memorias, diarios y crónicas

246 JOAQUIN DE l.A PEZUEl.A al Señor Virrey que traía conmigo, y dejándolos en paz y con un destacamento de 40 hombres. 13.- El día 2 de julio salí de Puno y llegué al Desaguadero el 6 del mismo. Mandaba este punto el Coronel de Milicias D. Felipe de la Hera, juramentado en Salta, y tenía a sus órdenes una por– ción de oficiales, y como 400 soldados de los mismos juramenta– dos, que mi antecesor había despedido por perjudiciales al Ejército: por seductores de él; y por haber querido valerse del juramento prestado a unos revolucionarios. Entre dichos oficiales había algunos muy honrados, muy fieles, y muy adictos a la causa del Rey; tal era la Hera, su hermano y otros que me pidieron venir al Ejército como se verificó con alguna tropa de la juramentada de la que y de la que traje de Lima se formó un batallón con el nombre de Partidarios que cumplió sobresalientemente en el Ejército. Despedí los restantes oficiales y soldados juramentados para que se fuesen a sus casas. Dejé el mando con las correspondientes instrucciones al Coronel de l\Iilicias D. Antonio Goyburu, Subdelegado que era de aquel Partido llamado de Pacages, con un destacamento de 150 hombres; 9 piezas de artillería, un considerable repuesto de muni– ciones; y con 6 días de detención de este interesante punto. 14.- Salí del Desaguadero el 12 y llegué a la ciudad de La Paz el 14 enviando la tropa en derechura para Laja a esperarme en Cala.marca. Me apeé en la casa del Intendente Marqués de Valde Hoyos, recibí en la ciudad el juramento Teniente Coronel J uan Saturnino Castro (que fue después pasado por las armas por trai– dor). Pedí un empréstito a los pudientes de la ciudad que me le d ieron de 50 mil pesos y dejando en ella un destacamento de 150 hombres con 3 piezas de artillería ligera. 15.- Salí de La Paz el 19, me uní en Calamarca con la tropa, caminé siempre pronto a batirme con los cochabambinos que se habían reunido a estorbarme el paso y llegué a Oruro el 26. En esta villa me impuse de que el corto ejército que había quedado después de las batallas desgraciadas de Tucumán y Salta retirado a ella con su General Goyeneche, había estado a pique de disolverse por la seducción de muchos oficiales, que pasaban de 2 mil los sol– dados que se habían desertado a centenares; que el Auditor de Guerra, los oficiales superiores, edecanes del General temerosos de una inmediata catástrofe se habían separado del Ejército protestan– do enfermedades; que el Regimiento 1° todo reunido sin oficiales y en forma de motín, se había metido en la casa del General a pedir

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