Memorias, diarios y crónicas

248 JOAQUIN DE LA PEZUELA 18.- De esta tropa según la arma de su instituto y de la que yo traje, y artillería que me acompañó desde Lima, organicé el Ejército según se demuestra en el plan primitivo de batalla que a continuación se expresa No. l. 19.- Cuanto se me informó en Oruro acerca del estado d el Ejército era un bosquejo no más de lo que vi a mi llegada. Los oficiales andaban vestidos con un sombrero blanco redondo; una chaqueta sin divisa; y metidos en una capa con este traje montaban guardia; jamás se veían en la casa del General ni en la de sus jefes a pesar de que las costumbres de éstos se diferenciaban poco de las del subalterno, excepto alguno que otro. La tropa estaba desnuda la mayor parte y no pocos soldados con el pie mondado en el suelo; todos con sombreros blanco redondo, y embozados en un poncho o manta; sin instrucción más que regular, pues hacían bien el ejercicio de fusil y maniobras de batallón. La disciplina no la conocían, raro era el que sabía hablar castellano, excepto los pocos limeños y de Arequipa que habían, todos los demás la lengua india. No comían en rancho, ni era posible hacerlos a este uso porque los más de ellos tenían sus muj eres o mozas siempre al lado, sin podérselas quitar, so pena de desertarse infaliblemente. Estas mujeres todas indias y cholas les guisaban a su usanza, papas, chuño y maíz; ellas mismas buscaban esta comida y la robaban casi siempre en los pue– blos de indios; cuando el Ejército estaba parado, o en aquellos por donde pasaban las tropas, procurando ir siempre delante en las mar– chas, y cuando el soldado llegaba al punto de la jornada ya la mujer o la moza le tenía hecha la comida. El oficial enviaba a su asistente en busca de lo que pudiese encontrar para comer, o se lo traía la moza del soldado, que lo era también suya; y cuando el Ej ército estaba fijo en algún punto se separaban a 10 o más leguas y lo traían casi siempre sin pagar de que resultaba que cuando los indios podían entre muchos coger a algunos soldados los mataban a palos. En vano era disuadir a los indios de poblados a que trajesen víveres al Ejército todos huían antes que llegasen las tropas, y se llevaban o enterraban cuanto tenían sin que bastase el ponerles la plata delante y rogarles el mismo General en persona que acudiesen con víveres; todo era tiempo perdido; provisión para el Ejército no la había, ni convenía porque el soldado hecho a robar, y a que su mujer le buscase que comer, nada quería de la provisión; y por otra parte no hubiera tenido el Rey erario bastante para los acopios necesarios; no por ser muchos los artículos; sino porque cada uno

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