Memorias, diarios y crónicas

288 JOAQUIN DE LA P EZUELA Charcas (Provincias todas de quienes por su anterior conducta no debía esperar otra cosa) quedaba metido entre dos fuegos podero– sos; sin comunicación con Lima sin tener auxilio de parte alguna ñi con qué mantener este Ejército de mi mando; y lo peor de todo con cinco sextas partes de la fuerza de él, natales de las citadas Provincias del Cuzco, Puno y Arequipa que debía contar con que me faltasen todos así que supiesen el partido tomado por sus paisa– nos y como la oficialidad toda era natal de las mismas no debía dudarse el que todos me abandonasen excepto unos 300 hombres únicos que había de Lima y otras partes. En este estado, y antes que supiese el enemigo la revolución del Cuzco, traté de aprovecharme de la noticia que tuve en Huma– huaca de haberse hecho la paz general de Europa; y aunque nunca había escrito al caudillo del Ejército enemigo Rondeau, y me había propuesto no tener con él la menor comunicación, resolví valerme de medios políticos a ver si mejoraba el triste estado en que me hallaba; y en consecuencia en el mismo día le pasé un oficio mani– festándole que pues se había hecho la paz general en Europa, y que era muy natural se hubiese tratado en ella de la guerra de las Américas, suspendiésemos las hostilidades hasta saber los resultados a fin de evitar de este modo la efusión de sangre y desastre que sufrían los habitantes de estos países. Este oficio le mandé a Jujuy a media noche del 19 de agosto de 1814, por el parlamentario Al– férez de la Compañía de mi Guardia D. José Rondón; y a la misma hora y por el propio extraordinario de Químper la contestación a éste, y una circular a los Gobernadores de Potosí, Charcas, Cocha– bamba, Oruro y La Paz; haciéndoles aquellas prevenciones precisas para su respectiva defensa y encargándoles también que tuviesen el mayor cuidado en recoger la correspondencia del Cuzco y Puno para los individcros de este Ejército y me la remitiesen; haciéndome cargo de que las familias de ellos, y aun el propio Gobierno recién revolucionado, les escribirían seduciéndolos, e instándoles a que de– jasen las armas del Rey, y formasen causa con ellos. En tal estado continué mi marcha el 20 desde la Quiaca, y llegaron a Suipacha la retaguardia, centro y vanguardia el 21, 22 y 23 de agosto de 1814, todos reunidos sin la menor dispersión; sin ser perseguido del ene– migo, y sin que en el Ejército se hubiese traslucido la revolución del Cuzco. El 25 por extraordinario que me remitió el Intendente de La Paz, supe que el caudillo Pinelo con 500 hombres había tomado a

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