Memorias, diarios y crónicas

DIARIO TOll!Al)() EN J.Ill!A 289 Puno, y puesta en revolución esta ciudad y toda la provin ci~ ha– biendo fugado para Arequipa su Intendente Químper contra lo que había tratado en junta con el Cabildo y Comandante del Desagua– dero Coronel D. Joaquín Revuelta de reunírsele con sus armas en el Cuzco, caso que los cuzqueños le atacasen y no pudiese resistirlos. Entró Pinelo en esta ciudad sin oposición alguna el día 29 de agosto y con el mayor gusto del Cabildo que le escribió con antici– pación convidándole con la ciudad. En ella aumentó sus fuerzas de hombres y armas. Tomó el mando de las que quedaban el Coronel D. Remigio Arias; el político, el Alcalde de ler. voto y Pinelo se dispuso para atacar en el Desaguadero a Revuelta que sólo tenía la fuerza de 75 hombres de infantería, 25 de caballería y seis cañones. El 28 de agosto dio Rondeau su contestación que llegó a mis manos el 8 de setiembre. Reducíase a tratar con altanería y sober– bia la materia que contenía mi oficio, a manifestar su ninguna aten– ción y falta de verdad en cuanto decía; y a negarse finalmente a la suspensión de hostilidades, interín yo no evacuase las provincias del Virreinato de Buenos Aires y me retirase al Desaguadero. Para tanta arrogancia se hallaba escudado el caudillo con algu– nos refuerzos que ya le habían llegado de Buenos Aires y en 3 mil hombres que esperaba; más con mi repliegue que suponía ser nueva inquietud de las provincias de mi espalda que me tenían puesto en el mayor cuidado. Con la prevención hecha por mí a los Intendentes de recoger toda la correspondencia del Cuzco y Puno para los oficiales y tropa del Ejército de mi mando logré imponerme de las seducciones que les hacían, como yo me lo había presumido así aquellos gobiernos como sus padres y familias de los principales individuos de quienes debía desconfiar según el tenor de dicha correspondencia, pero no obstante por una u otra carta extraviada y por algunos transeúntes se llegó a entender el estado del Cuzco y Puno; y en tal caso va– liéndome de todos los medios que dicta la política les enteré yo mismo de todo lo sucedido indicándoles la hermosa ocasión que les presentaba de acreditar la más firme fidelidad al Rey oponiéndose contra sus propios hogares. El asunto era de los más graves que pueden ocurrir, tanto a un General de un Ejército que se ve en tan crítica situación como a unos oficiales y tropa para posponer el amor de sus padres y ho– gares al del Rey; sin embargo tuve bastante confianza de que mis persuaciones políticas labraren en ellos; así porque los observaba a

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