Memorias, diarios y crónicas

DIARIO TOMADO EN LIMA 297 te defensa que hizo el Marqués de Valde-Hoyos; y que hubiera lle– vado a su glorioso fin si la plebe de la ciudad no hubiera dado la última prueba de su maldad e infidelidad animada de algunos trai– dores encubiertos que por desgracia había en ella, se unió a las fuerzas de Pinelo, contra ella, y así logró tomarla el dicho día 24, siendo los principales asesinos los mismos vecinos que arrancando, hasta de las iglesias donde se habían refugiado desde el Gobernador abajo, a todos los europeos y algunos pocos criollos fieles, los pu– sieron en los calabozos de los cuarteles, y en la Casa de Gobierno, amenazándolos a cada momento con la horca. Así que entraron en la ciudad y prendieron a todos los fieles vasallos del Rey, se entregaron a un saqueo general robaron de las Cajas Reales 42 mil pesos que había en ellas; y de los vecinos pu– dientes que tenían presos, un inmenso caudal de plata, efectos y alhajas que lo hacían subir a medio millón de pesos siendo este desorden cometido con más furia y ardor por la gente común de la ciudad que por los mismos cuzqueños hasta el 28 en que habiendo un accidente volado las municiones que tenían en el Cuartel, abra– sándose en su explosión los infelices presos que allí había, y con ellos algunos soldados de los que los custodiaban, levantaron la voz sedientos de sangre diciendo que los europeos tenían de antemano dispuesta la ruina de la ciudad y encendida ocultamente mechas para conseguirla; sin embargo de que fue notorio que la causó el descuido de las mujeres guisanderas que se hallaban al frente del Cuartel donde estaba el depósito y los presos. Valiéndose de esta supuesta maldad corrieron inmediatamente a la Casa de Gobierno donde se hallaba preso el Marqués de Valde-Hoyos, con seis Coro– neles, cinco Tenientes Coroneles, el Sargento Mayor de la Plaza y su Ayudante, cinco capitanes y otros varios militares y caballeros de la ciudad a quienes mataron a puñaladas y palos, sacando arras– trados al Gobernador y a otros que colgaron en la horca; en segui– da se fueron a las iglesias y casas particulares adonde asesinaron a unos, arrojaron por las ventanas, balcones y tejados a otros; sirvien– do esta terrible catástrofe al número de 122 víctimas de lo princi– pal de la ciudad inclusos 11 que murieron en las trincheras de la Plaza durante la defensa dejándola arruinada en un todo con la fal– ta de tantos beneméritos ciudadanos que hacían todo lo principal de ella (Cuaderno 2 º X). Esta infeliz y bárbara ciudad tuvo la nota de ser entre las demás la peor y más enemiga del Rey, de todos los europeos, y de

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