Memorias, diarios y crónicas

318 J O.\QUIN DE L.\ PFZULL\ ha llaba iba a ganar mucho, y a no perder más que tener un pícaro le envié a su ejército, con un o ficio a Rondeau, diciéndole que a su solicitud iba... por los Coroneles Suárez y Sotomayor, que nos te– nían allá prisioneros p ero con la condició n de que Rodríguez se ha– bía de retirar a su casa y Suárez a la suya quedando Sotomayor en aptitud de servir. Rondeau me contestó que estaba pronto y agrade– cido a mi generosidad, y luego que Rodríguez llegó a 1Iumahuaca que fu e el 6 de abril me escribió con las mayores expresiones de gratitud diciéndome que por su s instancias hechas a Ro ndeau al día siguiente de haber caído prisioneros en favor de la mujer de Olañe– ta y familia de f. larquiegui, a quienes só lo había prometido, se ha– llaba ya ésta en su casa y aquélla e n 1lumahuaca desde donde efec– tivamente escribió a su marido; y por último envió Rondeau a su Sargento i\layor Zamudio a las avanzadas de mi ejército, para tratar de un acomodamiento y con él Rodríguez una carta para mi, en que me daba aviso de haber perdido a Buenos Aires. (sic) . Parec ía que no debía quedar duda de la conclusión de la gu e– rra, en esta conduc ta que engañaría al hombre más perspicaz ; y asi respondí concediendo 8 d ías de suspensión de armas para que se pudiese tratar, y Zamudio regresó con la contestación . ;\lo obstante y para asegurarme más resolví acercarme a Ron– deau con mi Cuartel General y repetí mi orden a Portocarrero pa– ra que redoblase sus marchas ... ya había sacado de ciudades a Potosí y encargué nuevamente a J áu regu i que pusiese en Cotagaita su parti– da en masa como se lo había prevenido antes y finalmente despa– ché un extraordinario a la Ciudad de la Plata, diciendo a su Presi– dente que no podía enviarle el refuerzo siquiera de 15 días para defenderse de los caudillos Arenales, y Padilla, que me h abía escrito le ten ían muy apurado y a pique de perderse la ciudad todo con el objeto de recibir en i\loj o a Rondeau, si faltando al trato intentaba atacarme, y si no procedía de buena fe darle a entender que me aproximaba para atacarlo. Todas mis ideas se ftustraron de una manera la más apurante, Portocarrero que había ahuyentado a Zárate de las cercanías de Po– tosí, recibió a la segunda j ornada de su vuelta al Cuartel General la orden de aquel Gobernador para regresar inmediatamente sobre la villa que se hallaba circunvalada de multitud de enemigos a la orden de Zárate, q ue la había intimado su rendición. Camargo había sali– do de sus alturas de Santa Elena y aproximándose con mucha fuer– za a 14 leguas del Cuartel General y J áuregui no había podido reu-

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