Memorias, diarios y crónicas

350 lt:NACIO /\I.VAREZ THOMAS brillantes oportunidades para labrar una fortuna que me pusiese al abrigo de la borrasca en que me hallo envuelto , pero mi patrio tis– mo y m i conciencia, se oponían a todo ac to que se desviase del sen– dero del ho nor que he conservado . Este es el único patrimonio que puedo legar a mi querida fa– milia. Por lo demás, colocado siempre en las filas de la civilización y el progreso, he cont ribuido con todo mi esfuerzo a est ablecer en nuestra patria un gob ierno verdaderamente republ icano, qu e por sus liberales instituciones, diese garantías positivas a la sociedad. Cuan– do parecía que los fu ndamentos de esta obra preparaba n la consoli– dac ió n de un p orvenir ven tu roso, el genio del ma l, interpon iéndose ha ro to en mil fragmentos todos los vínculos, y desencadenado las furias, para hacer de la república un caos en que la imaginació n se pierde contemplando tamaña desgracia iQuiera el destino que el esfu erzo que hoy combinan sus buenos hijos pa ra destruir la bárba– ra tiranía de aquella tierra clásica, sea coronado, y co locada de nue– vo en el rango que le p ertenece entre las n aciones! iEntonces des– cenderé tranquilo al sepulcro implo rando las bendic iones del cielo sobre sus mo radores! Yo nací el 15 d e febrero de 178 7 en la ciudad de Arequipa (hoy República Peruana), en donde mi padre era el primer magistra– do bajo la corona de Espai1a. No tengo ali í parien te a lguno porque mi madre, también europea, vino por el solo tiempo que duró el go– bierno de aquella provincia confiado a mi padre. Apenas tenía d iez a ños cuando regresand o con mi fam il ia a la Península, nos d etuvimos en Buenos Aires por causa de la guerra con Inglaterra, continuando mi padre su navegación. En tre varias mercedes que po r premio de su s servicios ob tuvo del gabinete de >.ladrid, fue la de nombrárseme sub– teniente del regimiento fijo de Buenos Aires con p ermiso de comple– tar mi educación, como de men or edad. En 180 3 regresando mi p a– dre con el gobierno po lítico y mil itar ele las islas d e Chiloé; tuve que sep ararme de mi familia por su traslación a Chile; queda ndo en Bue– nos Aires con buenas recomendacio nes. Estas, y también la reputa– ción de m i conduc ta, me valieron para ser llevado a la secretar ía del virreinato en donde adquirí los primeros conocimientos del desp a– c ho de los negocios· gubernativos que después t anto me han ser– vido para expedirme por mi sola pluma en la laboriosa carrera qu e he recorrido. Cua ndo en 1806 comenzaron las invasio nes inglesas en el Río de la Plat a, fui nombrado ayudante de órdenes del coronel Gutié-

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