Memorias, diarios y crónicas

352 IGNACIO 1\LVAREZ THOIIIAS portado a Inglaterra con los otros oficiales, mis compañeros. Por el inesperado triunfo alcanzado en Buenos Aires en julio del mismo año sobre el brillante ejército inglés, fui como los demás prisioneros puesto en libertad en consecuencia de la capitulación. El General Liniers ya investido del alto carácter de Virrey me acogió con mucha distinción confiriéndome el mando de una com– pañía en el batallón de granaderos de su guardia, que empezaba a formarse; cuerpo de sólo cuatro compañías de preferencia, brillante por su disciplina y uniforme. La invasión de la España por los fran– ceses en 1808, excitó en los europeos domiciliados en la capital una injustificada desconfianza contra Liniers por su nacimiento en Francia, hasta el punto de reventar una asonada en 1º de enero de 1809, apoyada en los cuerpos voluntarios de individuos naturales de la Península; rebelión que fue prontamente sofocada por la energía con que se pronunciaron los demás cuerpos patricios, en sostén de la autoridad existente. Este ensayo del poder físico que reunía el partido americano, empezó a reanimar los síntomas de independen– cia que en el siguiente año se mostraron. Liniers recompensando la fidelidad de las tropas, me honró con el grado de teniente coronel, y su sucesor en el Virreinato, Cisneros, continuó manteniendo el ba– tallón de granaderos acuartelado en el Fuerte, lugar de su palacio, y tratándolo con la misma distinción. Bajo su mando se operó en 1810, la grande y gloriosa revolu– ción que ha sacado al continente americano de la humilde condi– ción colonial después de la larga y porfiada lucha, en que se ha vertido a torrentes la sangre de sus hijos; erigiéndose en estados soberanos, que aunque hoy presentan en su mayor parte la imagen de todas las miserias humanas, y un orden casi permanente de gue– rra civil, llegará un día, en que el progreso de las luces y la civiliza– ción de las masas, afiance la paz pública, por la liberalidad de sus leyes, por la tolerancia de sus instituciones y por el goce de garan– tías positivas. Entonces desaparecerán de la escena, cargados con la execración de la posteridad, los hombres impuros que como en nuestra afligida patria, se han apoderado del poder público, para ejercer el más brutal despotismo, bajo el errado pretexto de evitar la anarquía, que nunca, en verdad, puede presentar el cuadro de crímenes y perfidias que ostenta el caudillo inmoral que por una década entera la envilece a los ojos de las naciones cultas. l\li empe– ño en la causa de la libertad, fue recibido por mi familia con el mayor desagrado, que como consagrada toda ella a la defensa del

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