Memorias, diarios y crónicas

360 ICNACIO ALVAREZ TIIOMAS colocaron al general Rodríguez en el gobierno de la provincia que tuvo la gloria de calmar, fui llamado a la capital. La administración de este veterano de la independencia forma una era de recuerdos los más gratos para todo corazón porteñQ. El supo hábilmente asociar a su mando, hombres de saber que ilustra– ron la causa de los principios republicanos, a cuyo frente figuraba Rivadavia. Entonces viose por la primera vez desplegar los elemen– tos de un gobierno verdaderamente representativo. La legislatura provincial tomó grande importancia por el tino y madurez con q ue se discutían los negocios más graves con asistencia de los min istros del poder ejecu tivo. En ella tu ve asiento desde 1821 como represen– tante de la sección de San Nicolás, San Pedro y 13aradero, al mismo tiempo que desempeñaba las funciones de inspector y comandanté general de armas, por hacer parte del número reducido de los ofi– ciales de superior graduación que quedaron afectos por la ley de reforma militar del ejército permanente. l\1ientras que por la misma ley los jefes y oficiales sobrantes reportaron conforme a los años de sus servicios un premio, cuyo capital en numerario los puso en apti· tud de aplicarlo productivamente para vivir con toda independencia, éstos se colocaron por lo general en las filas de la oposición a la marcha progresiva del gobierno en la reforma que entonces practi– caba quejándose de desaires cuando los más notables de entre ellos así lo solicitaron empeñosamente. Yo mismo bien penetrado de las ventajas de alcanzar el beneficio del premio militar, insté por él, mas nunca quiso hacer lugar la autoridad, y continué prestando mis servicios. En su lugar demostraré los graves perjuicios, que he recibido con tal preferencia y cuán acertada era mi previsión. Mi doble ocu– pación absorbía casi todas las horas del d ía, y de la noche, pues que en el ramo militar además del despacho ordinario, la liquida– ción de la deuda para consolidarla, era una operación sumamente laboriosa que exigía grande contracción; puedo vanagloriarme de haber ahorrado por este medio, sumas enormes al tesoro nacional, y por cuyo celo recibí del Gobierno un acto de gracias que mantengo entre mis documentos oficiales, siendo hasta sensible que el desor· den de las administraciones posteriores a 1827 haya inutilizado tan· tos esfuerzos. En la legislatura provincial he estado constantemente asociado a los hombres del progreso, fundadores de las bellas insti– tuciones que la barbarie ha arruinado después: la ley orgánica de la

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