Memorias, diarios y crónicas

l\IEl\IORANDUl\I PARA IIU FAMILIA 361 milicia, que aún rige, es exclusivamente un proyecto redactado por mí en la comisión militar. Así continué hasta fines de 1824, en que se me nombró Minis– tro Plenipotenciario cerca de la República del Perú para donde em– prendí el viaje en diciembre por la vía de :\1endoza y Chile, llevan– do en mi compañía el mayor de mis hijos, Ignacio. Al atravesar la famosa cordillera de los Andes tuvimos la noticia de la espléndida victoria de Ayacucho ganada a los españoles por las tropas de Co– lombia, y auxiliares peruanos y argentinos, que puso fin a la porfia– da guerra de la independencia americana. Embarcado en Valparaíso, después de haber recibido muchas atenciones del Presidente Freyre, arribamos al puerto de Chorrillos, por mantenerse todavía en poder de los españoles los castillos del Callao, y trasladado a la capital de Lima, de donde pocos días antes había partido el libertador Bolívar para el Alto Perú, circunstancia que me privó conocer personalmen– te a este hombre verdaderamente grande. Recibido en mi carácter diplomático con todas las formalidades de la etiqueta, el discurso de felicitación que dirigí al Consejo de Gobierno en nombre de la Confederación Argentina para estrechar los vínculos de amistad entre ambos estados, y la contestación que se me dio (ambas piezas co– rren impresas) marcan la fisonomía y la cultura de los dos países en sus ideas políticas. El acto del Congreso que dejó a las provin– cias del Alto Perú en libertad de constituirse en nación soberana e independiente (hoy Bolivia) y el estado de tutela en que se encon– traba, impedían adelantar los vínculos sociales. Esta razón impulsó al gobierno a disponer el cese de la legación, acreditándome en la misma capacidad oficial ante la República de Chile con la que im– portaba ligarse en los momentos en que estaba declarada la guerra con el Emperador de Brasil para que desalojase del territorio de la Banda Oriental que tenía usurpado; guerra que aunque ha dado por resultado la erección en ella de una república independiente causó la desorganización de la Argentina, y todos los males y calamidades que la afligen desde entonces. La facción anarquista apoderándose de los negocios públicos, acabó por sumir el país en las desgracias en que se halla envuelto. Debo hacer en este lugar mención de mis hermanos Antonio y Pascual, que comprendidos en la capitulación del ejército español en Ayacucho, no tuve el gusto de estrechar en mis brazos, a pesar de la inmediación en que estábamos; el primero aunque obtuvo en Arequipa un salvoconducto de Bolívar para visitarme en Lima, se

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