Memorias, diarios y crónicas

362 IGNACIO ALVAREZ THOMAS retrajo después por no perder la ocasión de ser costeado por el erario en un buque preparado para transportar a los oficiales capitu– lados; y el segundo, tomando la ruta a Chile, me desencontró; am– bos se reunieron en el Río de J ar.eiro, y se dirigieron separadamen– te a la Península. Yo traje en mi compañía a mi viejo tío don Rai– mundo, que pobre y desvalido, acabó sus días en el seno de mi familia el año de 1829, a los 83 de edad, en que conservaba el uso más lozano de sus potencias. Este es el único vástago de mis deu– dos que he logrado ver desde 1803 que me separé de mis padres. Mi residencia en la c;apital del Perú sólo fue de once meses, despidiéndome para Valparaíso en abril de 1826, después de la acogida más cordial, tanto por parte de las autoridades COfllO del vecindario, y argentinos allí establecidos, que me dirigieron una car-. ta gratulatoria. Mi nacimien to accidental en el Perú, y los antece– dentes de mi consagración a la causa triunfante, sirvieron para reco– mendar mi persona; así fue, que muchas gentes influyentes me ofer– taban ventajas con tal de ir a establecerme allí concluida mi misión política: esto era imposible, reputándome por tantos vínculos ciu– dadano argentino . También el ilustre Colegio de Abogados me favoreció con el diploma que en calidad de honorario me asociaba a su corporación. Desembarcado en Valparaíso, y trasladado a la capital de San– tiago, despaché a Ignacio para Buenos Aires ya robustecido en su físico con el viaje. Entrando desde luego al ejercicio de mis funcio– nes y afianzando, las relaciones de ambos estados, tuve encargo del gobierno para apoyar con la representación pública, la comisión conferida al coronel don Ventura Vásquez para comprar y equipar los buques de guerra que el estado de paz en el Pacífico, hacían innecesarios a Chile; así se verificó después de vencer muchos in– convenientes, siendo lamentable que de una fragata de 44, y dos corbetas, apenas la más pequeña de éstas llegase al Río de la Plata, por haber la otra arribado con grandes averías, que fue forzoso des– mantelar en Valparaíso, sin que nunca se supiese el modo funesto con que la fragata [ex María Isabel, española ) se perdió o incen– dió. El arribo de esta escuadra con felicidad, habría producido bajo el mando del bravo almirante Brown, los más ventajosos resultados en la guerra con los brasileros, y cambiado quizás la suerte desas– trosa que ha cabido a nuestra desventurada patria. Conforme a las instrucciones de la presidencia que desempeñaba el señor Rivadavia, estando para ello debidamente autorizado, concluí con el i\1inistro

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