Memorias, diarios y crónicas

364 IGNACIO ALVAREZ TIIOMAS si sus instituciones no hubiesen sido pisoteadas por el genio des– tructor; empero, no es menos cierto que yo he sufrido en desigual proporción. Por con secuencia de tales alteraciones, fue nombrado Goberna– dor de Buenos Aires el principal conspirador Coronel don Manuel Dorrego, por el voto de una legislatura facciosa. Era imposible que a tal elección se subordinase la mayoría de los hombres que habían contribuido a fundar las instituciones que dieron tan justa celebri– dad a la Provincia. La prensa de que había abusado la oposición por la entera independencia de que gozaba, fue acallada por medios indignos y vergonzosos. Los comicios públicos eran atropellados, alterados y falsificados en sus resultados, y por todas partes se hacía sentir el disgusto, precursor de las grandes convulsiones. Em" pezose entonces la clasificación odiosa de "unitarios" y "federales". Firmose en fin la paz con el Brasil en el año siguiente (1828) y las tropas volviendo a la Capital, se apercibieron del deshonor que ago– biaba a su patria. Así fue, que bajo su amparo se operó la revolu– ción de 1° de diciembre tan fecunda en resultados dolorosos. El General don Juan Lavalle que la había encabezado reasumió el man– do por la autorización de la asamblea de notables. Teniendo que proveer urgentemente a la seguridad y defensa, me nombró inspec– tor y comandante general de armas, empleo que acepté temporal– mente después de convenir que se me exoneraría tan luego como cesase la premura de las circunstancias, y que renuncié, así que el General Paz dejando el Ministerio de la Guerra, se encaminó a Cór– doba con una división del ejército nacional. Complicándose de día en día los acontecimientos mili tares, hasta tener que poner en de– fensa la misma capital, se me confió el mando en jefe del acantona– miento del Retiro, que serví hasta que por la Convención del 24 de julio (1) [ 1829] se desarmó el vecindario. No es de esta memoria puramente doméstica, describir los su– cesos, sino apuntar aquellos que se tocan con mi persona, y por eso los paso rápidamente en revista. Preciso es sin embargo decir, que aquí empieza la triste celebridad de don Juan Manuel Rosas, de este hombre funesto que tantas y tantas calamidades hace pesar por una década entera sobre la patria que lo vio nacer. Desembarazado de su competidor Dorrego prisionero y fusilado en Navarro, apoyán– dose en el Gobernador de Santa Fe, logró insurreccionar la campaña [l. Léase: 24 de junio de 1829.)

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