Memorias, diarios y crónicas

J\IEl\IORANDUM PARA 1\11 FAMILIA 369 trasladarme a Santa Catalina en cuya capital (Desterro) residían otros compatriotas que arrastraban igual fortuna, esperando el de– senlace de los sucesos de la Banda Oriental. Reunido a ellos en los primeros meses de 1838 vivíamos en la más cordial comunidad, aunque no exentos del tedio que engrendra el ocio, y la imagina– ción fija siempre en un objeto exclusivo: "el término de Ja violen– cia". Mientras que se disputaban el triunfo entre Rivera y Oribe, cuyas noticias agenciábamos del modo más solícito, la Francia, de un modo providencial vino a apoyar la causa de Ja civilización. El despotismo de Rosas haciéndose extensivo a los extranjeros domici– liados en Buenos Aires, causó reclamaciones y la más seria desave– nencia con los agentes consulares, de que resultó quedar establecido el bloqueo de todo el litoral de la República Argentina en fines de marzo del mismo año por las fuerzas marítimas del Rey de los franceses, que han sido considerablemente aumentadas, y hoy obran de consuno en la guerra contra Rosas. Este grande acontecimiento no ha tenido Ja menor comb inación; es un hecho puramente aisla– do, que después ha reunido sus esfuerzos para destruir aquel abomi– nable monstruo. Al fin, Ja espléndida victoria del Palmar de Santa Ana en que tuvo una parte muy distinguida el general Lavalle deci– diendo la caída de la torpe administración de Oribe, abrió a los deportados argentinos las puertas de su primer asilo. Todos volaron a él, y yo fui de los primeros que saludaron al general Rivera en Montevideo antes de fenecer el año, recibiendo sus personales defe– rencias. Oribe y sus parciales fueron a buscar en Buenos Aires la protección de Rosas, consumando así el deshonor del país que los había arrojado de su seno como indignos de presidir a sus destinos. El general Rivera abriendo una marcha noble y grande en su admi– nistración provisoria, se atrajo la admiración de todos por la tole– rancia con que trató a sus más encarnizados enemigos, y por la libertad ilimitada que acordó a Ja prensa, y el pensamiento. Resuel– to a echar abajo al tigre de las pampas, cuyo poder despótico era incompatible con el orden constitucional de esta república, y en previsión del apoyo que dispensaba a Jos tránsfugas de ella, hizo reunir las personas más distinguidas de la emigración argentina para pedirles la cooperación de todos los residentes en el territorio orien– tal, cuya disposición para destruir Ja tiranía de su patria, no podía en manera alguna ser dudosa.* * Hasta aquí ha sido escrita por mi segundo hijo, Antonio. (Continúa con letra de Alvarez Thomas).

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