Memorias, diarios y crónicas

l\lEMORANDUl\f PARA MI FA1'ULIA 373 ofrece la isla Libertad, tan fecundo para el estro de nuestros poe– tas. El tránsito del río Negro por los invasores, fue la señal para que sus pocos afectos empezasen a levantar algunas partidas en va– rios departamentos, con la denominación de "blanquillos". Los del Colla favorecidos por los montes del Rosario causándonos temores demasiado fundados por su inmediación a nuestra estancia, nos han obligado a refugiarnos en las arruinadas murallas de esta ciudad, dejando en abandono la única propiedad con que contamos. En ella hemos sufrido diecinueve días de sitio por los mismos, mientras que los ejércitos contendores están situados en Santa Lucía a quince o veinte leguas de Montevideo, prestando Ignacio y Antonio, el ser– vicio de armas a que está constituido todo el vecindario para poner a cubierto su vida y fortuna. Acercándonos a la terminación del año, hemos visto hasta dón– de llega el descontento de los habitantes de la provincia de Buenos Aires contra el salvaje que los despedaza. La campaña del Sur repu– tada como la parte en que tenía Rosas más número de partidarios, por estar en ella .situados sus grandes establecimientos rurales, y los de sus amigos, Anchorena, Terrero, Senillosa, y otros que la han monopolizado, a la voz de "libertad" proclamada en el pueblo de Dolores por un corto número de decididos, todos han volado al llamamiento de la patria afligida, y antes de ocho días contaban con más de tres mil hombres. Empero, iterrible fatalidad! la falta de armamento, de arreglo y dirección en los primeros momentos, y la traición de algunos jefes con que contaban en su combinación, el egoísmo e indecisión de otros, impidieron resistir al primer empuje de los soldados del déspota, capitaneados por su hermano, el cobar– de asesino Prudencia, y el coronel Granada, en los suburbios de Chascomús, en donde ejercieron sus acostumbradas crueldades. Mu– rieron allí varios denodados patriotas, y entre ellos el teniente coro– nel Crámer oficial distinguido en la guerra de independencia, y que retirado del servicio, se ocupaba de las labores de campo en seno de su familia. También fue tomado disperso, Castelli, antiguo oficial veterano que mandaba en jefe, hijo del célebre doctor Castelli, miembro influyente del primer gobierno patrio en 810, a quien por un refinamiento de sevicia, cortaron la cabeza y colocaron en una pico ta en la plaza de Dolores. Viose por consecuencia de este con– traste, el raro espectáculo de embarcarse en las naves francesas, y otros buques anclados en el puerto de Tuyú más de mil hombres voluntariamente, todos gauchos, encabezados por los comandantes

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