Memorias, diarios y crónicas
376 IGNACIO ALVAREZ THOMAS de, y que por resultado de una vida tan fatigosa, arrastra hoy la pena del ostracismo, cercada de tantas privaciones. En cuanto a mi conducta privada, los mayores de mis hijos tienen ya la suficiente razón para juzgar de los principios que cons– tituyen mi carácter personal, y el de la respetable madre con que el cielo los ha dotado. iüjalá que ellos alcancen la ventura de un matrimonio tan constantemente feliz! Sin el apoyo moral de esta mujer incomparable que me ha asistido con sus consuelos en los momentos más críticos de la vida, mi constancia habría desfallecido bajo el peso de la injusticia de los hombres. Sin tampoco pretender creerme exento de errores, mi voluntad no ha tenido parte en los que haya cometido durante el curso de aquélla. Como ciudadano, en mis relaciones sociales, he satisfecho los deberes que impone el . honor y la cortesía, hasta con las clases más humildes; y en ejerci– cio de los empleos públicos, he procurado siempre hacer todo el bien posible a mis semejantes, sin excluir a mis enemigos persona– les. Por recompensa he recibido en ambos casos, los más tristes desengaños; poquísimas son las excepciones que cuento a este res– pecto. El hombre en la desgracia vale poco para los corazones vul– gares y egoístas. Yo he partido en la tierra extranjera el pan de las lágrimas con otros proscriptos más desprovistos de recursos. Tam– bién he encontrado pechos generosos que han sabido valorar los acontecimientos políticos para no confundir las personas, y respetar el infortunio. Cierro aquí esta exposición ofreciendo continuarla con las adi– ciones correspondientes en las épocas posteriores. iüjalá que la pri– mera pueda ser datada en la patria querida, objeto de tantos desve– los! El aspecto halagüeño con que se presentan los negocios para destruir la tiranía que la oprime, así lo promete. iQuiera el cielo apresurar ese momento! Colonia, 31 de enero de 1840. Ignacio Alvarez. la. ADICION Con el corazón oprimido, voy a continuar todavía en la Colo– ma los acontecimientos políticos hasta fin de agosto ( 1840). La tiranía del país vecino hácese cada día más insoportable. Por todas partes se ven los vestigios de su sangrienta política. Aquí llegan infinitas personas huyendo de los actos arbitrarios de encarce-
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