Memorias, diarios y crónicas
l\lEl\IOR.\NOUllI PARA l\Il FAMILIA 377 lamientos y aun ejecuciones clandestinas que· allí se cometen del modo más bárbaro e inhumano, a la sombra de la autoridad por la sociedad denominada "i\lás horca" cuyo horrible título da a cono– cer bastantemente los fines de su institución. El ejército libertador habiendo abierto su campaña desde la frontera de Corrientes sobre el Entre Ríos en el mejor pie de disci– p lina, moral y entusiasmo, venía en busca de la cooperación ofreci– da por este Estado, mas ni un solo hombre se Je ha facilitado al aproximarse a la costa del Uruguay. Es incomprensible la política que dirige al jefe supremo de él. Empero, sin su asistencia, ha arro– llado a los esclavos de Rosas en todos los encuentros parciales y triunfado en Villaguay y Don Cristóbal, a pesar de su superioridad numérica encerrándolos en la fuerte posición que tenían preparada a la inmediación de la ciudad de La Bajada. En ella, y a la vista de la escuadra francesa, han recibido por Santa Fe refuerzos de tropas, artillería, municiones, vestuarios, etcétera, sin que haya tenido habi– lidad para estorbarlo; cuando en las anteriores guerras civiles "dos o tres" pequeños buques y algunos lanchones han servido de grande obstáculo. Hoy que los franceses cuentan con un formidable poder marítimo en las aguas del Paraná, nada pueden ejecutar, lo que con razón sorprende a todos... El pronunciamiento oficial de las provincias de Salta, Tucu– mán, Rioja y Catamarca, que acabamos de recibir, contra el déspota de Buenos Aires, retirándole las facultades de entender en las rela– ciones extranjeras, armándose contra él, y concitando a las demás del interior, a seguir su ejemplo, es un acontecimiento de suma importancia para Ja causa de la civilización, en que están empeña– dos todos los hombres que no han prostituido su conciencia a las miras de aquel abominable tirano. Las festividades mayas tan fecun– das en recuerdos gloriosos, han sido festejadas este año por los emi– grados argentinos con las más lisonjeras esperanzas: iquiera el desti– no hacerlas efectivas! El ardor de la juventud porteña se manifiesta en el placer con que corre a alistarse en las filas del ejército liberta– dor, reuniéndose en convoyes, más o menos numerosos que escoltan los buques de guerra franceses. Llevado de este patriótico entusias– mo, el mayor de mis hijos (Ignacio) ha querido ir a tomar parte, de un modo tan decisivo y exigente, que ninguna reflexión ha podi– do apartarlo de su voluntario y noble empeño; así que nuestros sa– crificios y cuidados se han redoblado momentáneamente con el peli– gro en que están dos de los tres hijos varones que han crecido en
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