Memorias, diarios y crónicas

l\lEJ\lORANOUJ\I PARA JIU PAMII.IA 381 del dolor, o que caían bajo el puñal de los seides asalariados. En estas visitas domiciliarias se cometían los mayores excesos, destru– yendo cuantos muebles y ropas se encontraban con los colores na– cionales, y lo que es todavía más vergonzoso, azotando con "vergas de toro", las matronas y jóvenes más delicadas del bello sexo. Sobre tantos horrores el gobierno delegado, lanzó un decreto confis– cando las propiedades del modo más informal y arbitrario, que abrió las puertas al robo más descarado e impudente; así que mien– tras familias enteras, eran arrojadas a la calle despiadamente las mujeres del nuevo orden social, y hasta las "rameras" se presenta– ban en público ostentando las alhajas y preseas obtenidas a tan vil precio. La inmoralidad de la autoridad se llevó hasta el punto de apoderarse de los bienes de los que caían bajo la cuchilla mazor– quera. En los pueblos de campaña se han cometido las mismas depredaciones. Un trastorno tan universal de todos los principios de la moral cristiana, sólo puede asemejarse con el reino del terror, durante la revolución francesa. Sin embargo de que tales excesos eran bien conocidos del almirante Mackau para desdeñar asociar el honor de su nación a un monstruo como Rosas que acababa de mancharse con la sangre de un francés respetable (el señor Baran– gott) le tendió impávido la mano de amigo para asistir a las orgías que le estaban preparadas en señal de su humillación. iQué ver– güenza... ! Viose la bandera de Austerlitz flamear al nivel de la del Régulo argentino que ha adulterado los colores gloriosos de Mayo con que los patriotas del año 10 triunfaron en mil combates del poder español para alcanzar la independencia en que él (Rosas), no ha tenido la menor parte; esto hace que su empeño sea dirigido a borrar los recuerdos de aquella memorable época. Tanta desolación sólo podía ser restaurada por los esfuerzos del ejército libertador, con la asistencia de las provincias que habían sacudido la dependencia del "Nerón americano". Todos los oprimi– dos convertían su vista hacia esta ancla de salvación; empero, ides– tino acerbo! , mientras que estábamos halagados con los datos que nos llegaban, hemos sufrido el más terrible golpe... Nuestros bravos debilitados por sus pérdidas en el territorio de Santa Fe; quizá tam– bién en su moral por la "convención" de odiosa memoria, y en malísimo estado sus caballadas, emprendieron la penosa marcha por el despoblado buscando incorporarse a las tropas del general La .\1adrid que ocupaban la campaña vecina de Córdoba. El enemigo venciendo los inconvenientes por su superioridad numérica, y la

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