Memorias, diarios y crónicas

382 IGNACIO J\ LVJ\REZ THOl\IAS abundancia de recursos dioles alcance el 28 de noviembre, y trabose la acción en el lugar denominado Quebrachito. Allí fueron desbara– tados por la postración d e los caballos, sin que el valor les sirviese más que para ostentar la muerte de los héroes... La infantería y artillería con el parque, y un crecido número de fam ilias emigradas cayeron en poder de los perjuros a su dolien– te patria, de quienes recibieron los inauditos tratamientos de cruel– dad que la pluma se resiste señalar... La bru talidad del prostituido Oribe que dirigía en jefe las hordas de Rosas se llevó al extremo de mandar fusilar jefes y oficiales beneméritos después de rendidos; así la flor de los patricios sucumbió en esta do lorosa jornada. iMaldi– ción a sus verdugos! A pesar de todo, la mayor parce de las legi9- nes alcanzaron reunirse a sus hermanos del interior y, entre ellos, nuestro hijo Ignacio, de cuyas dudas hemos salido después de mil ansiedades que redoblaban el común sufrimien to a que estamos con– denados por la barbarie. Ilay una grande vacilació n en cuanto a la responsabilidad del general Lavalle por su conducta militar y política no habiendo o b– tenido de él hasta ahora, ninguna explicació n. Yo no lo considero exento de cargos, pero su posición ha sido sumamente crítica. Quizá habría debido permanecer en la provincia de lluenos Aires para privar a Rosas de sus recursos manteniéndolo encerrado en su campamento de los Santos Lugares, y maniobrando para deshacer sus cuerpos volantes, o atraerlos a la buena causa por medios políti– cos ; empero de todos modos, si la falta d e simp atías obligaban a alejarse temporalmente del teatro de sus operaciones, parece más prudente el juzgar que debió marcharse directamente a la frontera de Córdo ba, o cuando menos, no estacionarse en Santa Fe hasta encontrarse desmontado, e imposibilitado de operar en contra de sus enemigos. Cuestiones son éstas que sólo el tiempo pondrá en claro, y también de si el genio personal del hombre sobre quien gravitaba tan digna empresa, se prestaba a los manejos que en la guerra civil son de costumbre emplear para secundar la acción del poder militar. Por mi parte bien persuadido del carácter noble y leal del general Lavalle, de sus sentimientos liberales y patrióticos, así como de su habilidad y bravura en la guerra, pienso que le falta cierta "ductilidad" en sus maneras que le enajena la popularidad en las masas, y aleja de su confianza los hombres de algún valer. Esto daña su reputación, y en mi sen tir, ha influido mucho en el malo– grado éxito que todos deploramos.

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