Memorias, diarios y crónicas

DIARIO n¡,: 1.A EXPEDICION DEL MC\l.. DE CPO. JUAN Ri\l\IIREZ 399 Ya su fuego de artillería, y especialmente el de las culebrinas nos incomodaba y sacrificaba alguna gente, sin que la nuestra pudiese avanzar por lo pendiente y pesado del camino, a pesar de las repetidas órdenes del General; pero habiéndose al fin logrado co– locar tres piezas, se hicieron algunos tiros, y sin más detención dan– do la línea un pequeño cuarto de conversión sobre su derecha, rompió sobre ellos con un fuego de fusil tan vivo y bien dirigido, que en corto rato comenzaron a ceder el terreno. Redobló entonces la tropa el paso y el coraje; y cerrando con ellos a la voz de viva el Rey, se echó sobre su campamento, tomándoles toda su artille– ría y persiguiéndolos en su precipitada fuga sobre más de una legua. La falta de caballería hizo que escapasen los más, y entre ellos los caudillos Pinelo y Muñecas, a quienes infructuosamente dieron caza algunos oficiales nuestros montados. Según las declaraciones de los prisioneros había reunido el ene– migo como 40,000 hombres de todas armas: los 500 disciplinados de fusil, y los restantes de honda, macana y lanza, con 400 a 500 de caballería con estas mismas armas y alguna otra carabina. Dejó en nuestro poder todo su campo que se abandonó a la tropa, como se la había ofrecido, menos los efectos de guerra: su artillería com– puesta de las diez piezas ya expresadas, 150 fusiles, 108 prisioneros, y tendidos en el campo considerable número de muertos. El Sargento Mayor Anglada presentó al General una bandera que se les había tomado también; y reconocida por el regimiento número primero, por ser la que tenía en su capital del Cuzco, se les restituyó inmediatamente, para que él mismo la condujese a aquella ciudad, en donde debería conservarse con una inscripción que acreditase a la posteridad la lealtad y constancia de este distin– guido cuerpo, que posponiendo todas las relaciones del paisanaje, de la amistad y aun de la sangre a su honor y deber, se había batido con un denuedo y firmeza, sin duda no esperados de nuestros enemigos; golpe que por sí solo debía producir los efectos más grandes, y que desde luego bastaba a suspender la opinión pú,blica, y variar el aspecto de las cosas. Se había hecho sentir la sed demasiado con la fatiga de la jor– nada y absoluta falta de agua; y en esta consideración quedando aún suficiente día pasó el ejército a acamparse a la inmediación de La Paz en la falda de su mismo Alto. A las seis de la mañana del siguiente día 3 se hizo una salva general en celebración de nuestra victoria, y se dirigieron partes de

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