Memorias, diarios y crónicas

DIARIO DE J.A EXPEOICION DEL MCAL. DE CPO. JUAN RAMIREZ °403 ta toda otra atención, se dirigiese a aquella ciudad, acelerando sus marchas, por el riesgo inminente en que quedaban sus vidas. Causó tan funesta novedad en el ejército un acerbo pesar, no sin mezcla de cólera, así por la inclinación y respeto que la tropa profesaba a su antiguo coronel el señor Picoaga, como por las fata– les resultas que producía la pérdida de la provincia de Arequipa, con la cual quedaba ya por todas partes cortada la comunicación con la capital de Lima, y aumentadas considerablemente las fuerzas de los insurgentes; ya con las armas, artillería y pertrechos que allí tomaron, como con la mucha gente que era consiguiente se les reu– niese; pero no sólo no se entibió por esto el valor de nuestros sol– dados, sino que inflamándose de un ardiente resentimiento, solici– taron a una voz permiso del General para escribir a los revoltosos, conminándolos con su total exterminio, si llegasen a atentar a las vidas de los jefes, y singularmente a la de su coronel el Mariscal Picoaga. Viendo el General la buena disposición de la tropa, y calculan– do que nada era tan urgente y oportuno, como recobrar la provin– cia de Arequipa, y abrir su comunicación con las de arriba, el ejér– cito y la capital, al paso que muy expuesto d irigirse al Cuzco dejando este fuego, y los enemigos a la espalda; teniendo también presente que el Coronel González, situado ya en Iluamanga, les opo– nía por aquel lado un fuego respetable; reunió los jefes, y manifes– tándoles sus ideas, resolvió, con su acuerdo, ir cuanto antes sobre Arequipa; y habiéndose comunicado esta decisión a la tropa, forma– da en cuadro, fue recibida con el mayor júbilo y aclamaciones, a que contestó el General alabando su generoso celo y ardor marcial, y recibiendo como siempre las más sinceras y positivas muestras de aquel respeto y adhesión, que a porfía se empeñaban en acreditarle nuestros oficiales y soldados. El 25 fue descubierto y hecho preso el abogado 1'1anuel Villa– gra, que con el carácter de auditor de guerra había autorizado la matanza y saqueo de La Paz; y juzgado sumariamente por la comi– sión militar, expió sus excesos con el último suplicio. Arreglosc en la mejor forma posible la capital de Puno; y en– cargado su gobierno al honrado teniente coronel don A1artín de Rivarola, partió el ejército el 26 para el pueblo de Vilque, donde llegamos, después de siete leguas de marcha, con una tempestad y aguacero que la hicieron bien penosa.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx