Memorias, diarios y crónicas

406 JUAN JOSE ALCON dirección de la provincia del Cuzco, dejando por su precipitación enterradas varias piezas, y pertrechos que no pudieron conducir. En su consecuencia continuamos la marcha, y descansamos en Apo, despachando hasta Chilligua varias partidas, para descubrir y ocupar los efectos abandonados por los rebeldes. La tropa y mucho más los oficiales manifestaron un verdadero pesar de que aquéllos se hubiesen retirado tan cobardemente, qui– tándoles de las manos tan buena ocasión de distinguirse, y ensalzar su valor; y el General, penetrado de su noble modo de pensar, los reunió en su tienda, y dándoles las más expresivas gracias a nombre del Rey, les aseguró que los tendría en igual consideración para sus ascensos, como si se hubiese dado una batalla, y conseguido una completa victoria. El 7 continuamos la marcha por el camino real de Arequipa; y habiendo hecho un pequeño descanso en Chilligua, de donde ya se habían desenterrado cuatro piezas con sus cureñas con algunos cajo– nes de pertrechos; dejando una partida gruesa que concluyese la operación, se reunieron las demás que habían salido el día antes y avanzamos hasta Chilligua chico, habiendo hecho como cinco leguas de este día. En él se presentaron varios individuos procedentes de la ciudad de Arequipa, y también recibió el General un oficio muy atento de su Ayuntamiento, en que, al mismo tiempo que le daba las gracias por haberla libertado con su aproximación del duro yugo y violen– cias de los insurgentes, le manifestaba la buena disposición de su vecindario para recibir el ejército. Se supo que, luego que en aquella ciudad se habían cerciorado de la superioridad de las armas del Rey, y de la precipitada retirada de aquéllos, se había formado, por un impulso general, y común, una especie de contrarrevolución; y prendiendo a algunos facciosos de los más declarados, entre ellos a varios eclesiásticos seductores, que habían venido con los caudillos Pumacahua y Angulo, los habían puesto en seguridad a disposición del General, quedando la población quieta y en su antiguo orden. Al evacuar Arequipa los rebeldes habían llevado consigo a los ilustres presos Picoaga, Moscoso y Valle, con algunos otros particu– lares; habiendo redimido su libertad el distinguido brigadier don ~1a­ teo Cosio, y el teniente coronel don José Menaut por más de 20,000 pesos; cuya cantidad con otras sumas más crecidas, proce~ dentes de sus rapiñas habían asegurado y despachado con anticipa-

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