Memorias, diarios y crónicas

DIARIO DE LA EXPED!CION DEL J\IC,\I.. DE CPO. JUAN RAJ\!IREZ 407 ción a los pueblos del Collao, siendo su objeto hacer en él y en toda la provincia del Cuzco una leva general, y recolección de armas, para resistir, y dar un golpe decisivo a las tropas del Rey. Avanzó el ejército el 8 hasta Cangallo seis leguas más adelante; y en este punto salieron a felicitar al General varias personas de dis– tinción, así de Arequipa, como de los emigrados de otras provincias sublevadas que se habían reunido en ella; y el 9 se rompió Ja marcha con dirección a la ciudad, distante sólo cuatro, habiendo la misma auxiliado al ejército con oficiosa voluntad con muchas mulas y bagajes. Presentóse luego a la vista su hermosa y dilatada campiña, poblada de un inmenso y alegre gentío, entre el cual y mil festivas aclamaciones marchó la tropa hasta la inmediación de la ciudad en donde hizo alto, para esperar a su general formada en batalla. Anunció su llegada con agradable estruendo un saludo de arti– llería; y recibiendo los cumplidos de los cabildos eclesiástico y secu– lar, y una lucida nobleza, se colocó a la cabeza de Ja columna, y se continuó la marcha, despejando el paso un piquete de caballería. Estaban las calles cubiertas de flores, y las señoras las arroja– ban al mismo tiempo en abundancia y con la más viva emulación desde los balcones y ventanas sobre el General y la tropa, no faltan– do algunas más atrevidas, o más arrebatadas de gozo que las pusie– sen en sus manos; dejábase conocer en los semblantes un sincero regocijo, y andaba en todo templado el contento con una respe– tuosa admiración. En este orden, y entre los repetidos vivas de la multitud, llega– mos hasta la Plaza Mayor, desde la cual se retiró la tropa a sus cuarteles, y el General a su magnífico alojamiento, en el que con mucho gusto y delicadeza estaba preparada una mesa suntuosa, a que concurrió toda la oficialidad. Acababa la sensible y morigerada Arequipa de sufrir todo el peso de los insurgentes, había conocido de cerca a sus idiotas, in– morales y crueles caudillos; experimentaba muy a su costa las fu– nestas consecuencias que arrastra consigo el trastorno del orden y de las autoridades legítimas; y quería acreditar que anhelaba muy de veras su restitución, aunque tal vez no faltasen en su seno algu– nos genios díscolos, y amigos de novedades, de los muchos que por desgracia común ha producido la infeliz América en el ominoso período de su loca revolución.

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