Memorias, diarios y crónicas

DIARIO DE LA EXPEDICION DEL MCAL. DE CPO. JUAN RAMIREZ 413 América por el sistema de independencia, el mal estado de nuestro ejército de Santiago; y aun su figurada derrota, con otras reflexio– nes todas dirigidas a persuadir que el mal era ya incurable, llegando hasta la impudencia de proponer una transacción o convenio en los términos que manifiesta el mismo oficio que es el del número 30. Contestó inmediatamente el General con su acostumbrada sere– nidad y firmeza, despreciando como correspondía sus atrevidas pro– puestas; y concluyendo que no había ni quedaba otro arbitrio que rendirse a la autoridad legítima, y reconocer la de nuestro amado soberano el señor don Fernando VII, que por este único medio podía aún salvar su vida, aprovechando el indulto que con aquella condición le dispensaba, y a los demás insurgentes en su real nom– bre; y sin esperar otro resultado, se levantó el campo el 4 siguiente, y a las cuatro leguas de marcha hicimos alto en la misma orilla del río de Ayaviri. Luego que nos situamos, pasó el General a reconocerle con sus edecanes; y hallando que tenía una profundidad muy grande sobre más de una cuadra de cauce, resolvió continuar la dirección por el pueblo de Pucará, distante otras cuatro leguas. El desnaturalizado e ingrato brigadier Pumacahua, deslumbrado con los pomposos títulos de Teniente General y Marqués del Perú, a que en los delirios de su imaginación, le habían elevado sus mismos secuaces persuadidos a que ya estaba irrevocablemente decretada por el cielo la independencia de estas provincias, renovó las pro– puestas de Angulo en los arrogantes términos que aparecen de su papel con el número 4, y fue sobre la marcha contestado por el General, con las pocas, pero enérgicas expresiones que van a conti– nuación; no omitiendo instruir a la tropa de estos oficiosos pasos de los rebeldes con que en medio de su arrogancia descubrían su verdadero miedo y cobardía. Fue la noche muy lóbrega e incómoda con un continuado aguacero; y a pesar de haber aprovechado la madrugada, avanzamos muy poco por los muchos pantanos y arroyos, en cuyo tránsito y repetidos rodeos ocupamos la mayor parte del día; siendo preciso para pasar algunos, formar pequeños puentes empalmando los mis– mos palos de los toldos; con esto se hizo demasiado tarde, y resol– viendo el General acampar antes del pueblo, despachó un ayudante que mandase hacer alto a la guerrilla. Habíase ésta empeñado ya en una angostura que forma el ca– mino estrechado por el río, y de repente fue sorprendida por algu-

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