Memorias, diarios y crónicas

420 J UAN JOSE ALCON sobresalían entre los demás por su obstinada decisión y otras calida– des; entre éstos eran los principales el cacique de Umachiri con al– gunos secuaces suyos, el auditor de guerra Melgar, y un coronel y teniente coronel, que siendo oficiales del Rey, mandaban las colum– nas rebeldes; y habiéndoseles dado un breve término para disponer– se, fueron inmediatamente pasados por las armas. Con el objeto de asegurar las que se habían tomado a los ene– migos, como todos los demás útiles y efectos de guerra que habían abandonado, y por ser ya también bien entrada la noche, resolvió el General pasarla en el mismo campo, con no pequeña incomodidad de la tropa que se hallaba casi desnuda. El día siguiente se reconocieron todas aquellas inmediaciones; y separando lo que podía ser de servicio, se quemó e inutilizó todo lo demás, dejando a disposición de nuestros soldados cuanto no pertenecía al parque. En seguida y sin perder momento dirigió el General la noticia y parte de la acción al señor General en Jefe, y al Excelentísimo señor Virrey del reino; y dio también aviso de ella a los gobiernos de las provincias de Puno, Arequipa y La Paz; seguro de que nada podía contribuir tanto a mantenerlas en la quietud en que se halla– ban, como este golpe decisivo, y manifiesto desengaño de la impo– tencia de los caudillos insurgentes, tan cobardes e infames en la acción, como atroces sanguinarios en la maldad. Por general que fuese la tendencia e inclinación de los pueblos hacia su sistema, es preciso confesar que el exceso de las inauditas que estos hombres inmorales cometieron desde sus primeros pasos, había arredrado a no pocos individuos, y convencido a los más, que la revolución y la guerra se dirigían contra todos los que tienen que perder; no habiendo ninguno, por corrompido que tenga el co– razón, que no palpe la necesidad de sostener el gobierno legítimo, y con él su existencia y sus propiedades. Verdad eterna y acreditada en la triste y amarga experiencia de seis años, y que hará siempre estériles e infructuosos en el Perú todos los esfuerzos y planes de los revoltosos, incompatibles con situación, e irrealizables entre la diversidad de castas que le habita y entre los opuestos intereses que animan a cada una de ellas; sie1 do evidente, por más que no quiera conocerse ni confesarse, que por algún tiempo prevaleciese la multitud rompiendo enteramente el freno que la contiene, y perdiéndose el equilibrio; la primera clase y la más distinguida y arraigada, tanto en la sierra como en la cos-

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