Memorias, diarios y crónicas

DIARIO DE J..\ EXPF.DICION DEL MCJ\L. DE CPO. JUAN RAJ\I lltEZ 421 ta, recibirá necesariamente la ley de las demás que hoy la sirven y contribuyen a su esplendor; y sucumbiendo y degradándose más y más de día en día, vendría al fin a ser en un corto período, prime– ro el juguete, y después el ludibrio y la víctima de las mismas a quienes ha dominado hasta aquí; y a las que tan necia como incon– siderablemente no han temido alarmar los alucinados o frenéticos partidarios de la revolución. El 13 continuamos nuestra marcha con dirección a la capital del Cuzco, y sin ocurrir novedad llegamos el 14 a la inmediación de la cordillera, en donde acampamos, y recibió el General un ex– preso con la noticia de haber sido descubierto y aprehendido en su fuga por los de Sicuani el rebelde y desnaturalizado Pumacahua, ha– biéndoseles escapado de las manos su compañero Angulo. En su vista despachó el General la guerrilla y Dragones de Tin– ta, para que se encargasen de su persona, y le condujesen con toda seguridad, haciendo a su comandante las prevenciones necesarias. A las 6 de la mañana del siguiente 15 avisó éste hallarse como a una legua de distancia con el reo, a quien recibió el General con la humanidad propia de su carácter, encargando a la tropa igual consi– deración interín se le sustanciaba su causa, y era juzgado conforme a las leyes. Doblamos este día la gran cordillera de Santa Rosa, con una bien fuerte nevada, e hicimos alto en su faldío en los ranchos de Agua Caliente. Seguimos el 16, y llegando al pueblo de Maranganí distante 4 leguas, presentaron los vecinos a un mestizo y algunos indios, que procedentes de la derrota, habían entrado en él, de or– den de Angulo, con el objeto de extraer dos cargas de pertrechos, y algunos fusiles y lanzas que tenía allí: el primero fue pasado por las armas, y castigados con menos severidad los segundos; recogidos aquellos efectos, continuamos hasta Sicuani, capital del partido de Tinta, padeciendo algo la tropa en el vado del río, que venía suma– mente crecido y precipitado. Ya indicamos que Pumacahua había desde el Collao regresado a este partido para contener la contrarrevolución intentada por el teniente coronel Ruiz Caro. Habiendo en efecto ahuyentado a éste, y escapado los demás que le seguían, se cebó su genio feroz y san– guinario con los infelices vecinos de este pueblo, y cometió en él mil muertes y todo género de maldades. De aquí es que resentidos sus habitantes, no quisieron malo– grar la ocasión de asegurarle después de su derrota: y apenas se

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