Memorias, diarios y crónicas

)}( \IUO DF L\ FXPED!CION DEL l\lCAL. DE CPO. JUAN RAl\IlREZ 423 bían; y finalmente, al restituirse las cosas a su ser y orden primiti– vo, dudaban todos hasta qué grado deberían responder en la presen– cia de la ley y del General por su conducta anterior. .Manifestó desde luego nuestro digno jefe, que si no podía menos de perseguir y escarmentar ejemplarmente a los caudillos y cabezas principales de esta infame insurrección, purgando la tierra de los detestables monstruos, y autores de tantos crímenes y atroci– dades como la habían acompañado; estaba también inclinado y re– suelto, así por un impulso de su sensible corazón, como por el per– fecto conocimiento de los generosos y paternales sentimientos del excelentísimo señor Abascal, a relajar en obsequio de la humanidad la justa severidad de nuestras leyes. Conforme a estos principios fueron sucesivamente aprehendidos y pasados por las armas los corifeos y secuaces más obstinados de la rebelión; y expiaron otros paniaguados y aparceros suyos con el destierro y algunas multas, cohonestadas con el título de erogacio– nes voluntarias, una comportación y complicidad que con otro jefe tal vez no les hubiera costado menos que la cabeza. Entre los primeros merecen señalarse nominalmente los tres hermanos José, Vicente y :-.1ariano Angulo; Gabriel Béjar, Pedro Tudela, :-.rateo González, y el escribano José Agustín Becerra; aque– llos caudillos y generales muy conocidos en la revolución; y éste uno de los más empeñados conspiradores. En el furor de su frenesí y loca confianza habían los insurgen– tes pasado impíamente por las armas al esclarecido mariscal de cam– po don Francisco Picoaga, y el valiente teniente coronel don José Gabriel i\loscoso, gobernador intendente de la provincia de Arequi– pa; ambos prisioneros, como ya dijimos, en la acción del 10 de noviembre en Cangallo; y los dos de los más distinguidos y más fieles servidores que el Rey ha tenido en esta América. Quiso el General honrar las respetables cenizas de estos dos hé– roes, e ilustres mártires de la lealtad y el honor, y con este objeto dispuso que exhumándose sus cadáveres, se trasladasen al templo de San Francisco con toda la ceremonia y pompa fúnebre marcial que las circunstancias permitían; lo que se ejecutó en medio de un gran– de concurso en la mañana del 8 de abril. El 13 del mismo se instaló nuevamente con la mayor solemni– dad, y quedó restituido a su antiguo esplendor el tribunal de la Real Audiencia, y fue colocado a su cabeza, como presidente, el coronel de ejército y comandante del primer regimiento don Ramón

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