Memorias, diarios y crónicas

424 JUAN JOSE ALCON González Bernedo; y del mismo modo se fue arreglando la adminis– tración pública de aquella capital y toda su provincia en todos sus ramos. Urgía nuestro pronto regreso al e3ercito, y reunión con el Cuar– tel General; pero era preciso dejar en el Cuzco una guarnición capaz de conservar el orden restablecido. El coronel don Vicente Gonzá– lez, comandante de la expedición de Iluamanga, y destinado a este objeto, se hallaba todavía embarazado con las muchas partidas de rebeldes que huyendo de nosotros habían ido a recalar por aquel punto. En vista de todo, y para facilitar más su marcha, se destacó un cuerpo regular que limpiase el camino, y persiguiese a los insur– gentes; pero convencidos éstos enteramente de su debilidad e impo-– tencia, y estrechados fuertemente por las tropas de Huamanga, tra– taron de salvarse parcialmente, y uno de ellos sorprendió al princi– pal caudillo ?.lendoza, y cortándole la cabeza se apoderó de toda su fuerza, y la rindió a disposición del mismo coronel González. Al mismo tiempo dispuso el General, que el coronel don Fran– cisco de Paula González con alguna fuerza partiese para la provincia de Puno, y dirigiese su marcha por los altos de Tinta, con el doble objeto de tranquilizar y consolidar el orden en estos pueblos, y ex– traer algunos reclutas; y para establecer en Puno un cuerpo que pudiese dar vado a todas estas atenciones se comunicó orden al bri– gadier Tristán, Gobernador de la provincia de Arequipa para que le auxiliase con 100 hombres de fusil, y destinase al mismo punto los voluntarios de Chuquibamba, que se habían ofrecido a hacer este servicio para expiar su antecedente irregular comportación, y que llenaron después completamente su deber. En este estado, y habiendo llegado al Cuzco el coronel don Vicente González con la fuerza destinada a su guarnición, se resol– vió nuestra partida; pero el regimiento número 1 compuesto todo de naturales del Cuzco, que había llegado a concebir esperanzas de quedarse en su país con aquel destino, decayó notablemente del ardor y constancia que hasta aquí le habían distinguido, y tuvo una baja muy considerable, a pesar de los medios sagaces con que pro– curó el General animarle a continuar el servicio, y de que con anti– cipación le había hecho satisfacer la mayor parte de sus atra– sadísimos alcances. Tratóse de llenar este hueco con nuevos reemplazos, y de ace– lerar nuestra marcha; en su consecuencia salimos el 9 de junio, y

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