Memorias, diarios y crónicas

436 JUAN JOSE ALCON de cuyo heroico comportamiento he sido testigo ocular inmediato, son mi segun– do general, mariscal de campo don juan Ramírez que ha mandado el ala derecha con la más recomendable firmeza, serenidad y oportunas disposiciones, así como la izquierda mi mayor general brigadier don Miguel Tacón; el comandante general de artillería, coronel de ejércíto don Casimiro Valdés, que ha manejado las briga– das de esta arma con su acostumbrada buena dirección y acierto; el comandante general de avanzadas coronel de ejército don Pedro Antonio de Olañeta, que a mi lado sirvió en el centro por estar ocupados en ambos extremos de la línea los cuerpos ligeros de su peculiar mando, con los cuales hizo prodigios los días anteriores para facilitar la bajada del ejército desde los altos de Chacapaya a la pampa de Viluma; el comandante del primer regimiento de línea, coronel de ejército don Antonio María Alvarez, que con su cuerpo contribuyó a la decisión de la victoria; el comandante del batallón de cazadores coronel de milicias don Pedro Antonio Rolando, que con sus atrevidas y oportunas maniobras salvó su tropa y costado izquerdo de la línea sumamente comprometido por la gran fuerza que por él cargó el enemigo, saliendo herido de gravedad en el brazo derecho; el comandante del primer escuadrón de cazadores montados, coronel de milicias don Guillermo !'.,larquiegui que por su intrepidez y sobresaliente firmeza contuvo con sable en mano el arrojo de una gruesa caballería enemiga que fundió para flanquear el ala derecha en cuya lucha lograron herirle en el brazo derecho, después de haber él mismo derribado varios enemigos con su espada; el coman– dante del escuadrón de honor, teniente coronel de ejército don Francisco Javier de Olarria, que durante lo más peligroso de la batalla sostuvo el choque de la caballería enemiga por la propia ala derecha, y decidida la acción persiguió a los fugitivos a tres leguas de distancia matando a más de 400 hombres casi todos de los ponderados cuerpos de libertos; y mi secretario de guerra el intendente hono– rario de provincia don Sebastián de Arrieta, que con el mismo entusiasmo y utilidad que en las precedentes acciones generales de Vilcapugio y Ayohuma, permaneció a mi lado durante la batalla comunicando mis órdenes. Concluida que fue con tan ventajosos resultados, no pude retener por un momento mi deseo de manifestarles el aprecio que el Rey, a quien nunca más que en dicho acto me hallaba representando, iba a hacer de su heroica conducta; y a impulsos de tan poderosos estímulos, así como del conocimiento de la generosidad con que su majestad acostumbra premiar a los valientes y determinados defensores de sus derechos, les concedí a su real nombre en el mismo campo de la victoria provisio– nalmente las siguientes gracias: de teniente general a Ramírez; de mariscal de campo a Tacón; de brigadieres a Valdés, Olañcta y Alvarez; de coroneles gradua– dos de ejército, a Rolando y Marquiegui; de grado y sueldo de coronel de caballe– ría a Olahia, y de su actual sueldo de cuatro mil pesos a Arrieta, mientras se le destina a una de las intendencias de Tarma o Trujillo, o a una plaza de contador mayor del tribunal de cuentas de Lima. Espero se digne vuestra excelencia dis– pensar su superior aprobación en todas sus partes a estas justas concesiones, y mandar expedir sus correspondientes despachos interinos, implorando las corres– pondientes de la piedad del soberano. Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. Cuartel general en el campo de Viluma, 29 de noviembre de 1815.- Excelentísimo señor. joaqu{n de la Pezuelo. - Excelentísimo señor virrey marqués de la Concordia.

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