Memorias, diarios y crónicas

))JARIO OE LA EXPEOICION OEL l\ICAL. DE CPO. JUAN RAJ.\l!REZ ·437 Núm. 11. [Parte del general joaqui11 de la Pezuelo al virrey del Perú, marqués de la Con– cordia]. [Campamento de Viluma, 29 de noviembre de 1815]. Excelentísimo señor. Mi apreciable jefe y señor. Después de una penosa marcha llegué el 26 a las alturas de Chacapaya poco más de una legua distante dl estas llanuras; pero tan escabrosa la bajada de ellas por el camino usual y con tantos recodos en su quebrada, aparentes para emboscadas, que hacían im– practicable el paso con la oposición que hallé. Los enemigos según las noticias anticipadas que tuve me esperaban por el camino de Sipe Sipe, y a su frente habían tomado una fuerte posición en dos morros distantes poco más de medio tiro de cañón de la desembocadura, pDr cuya razón elegí la otra ruta desde Tapacarí: y aun la variación de ella en la última legua de bajada posesionándome de unos pináculos por cuyas cuchillas resolví ejecutar esta difícil operación. Ron– deau dejó inmediatamente su primera posición y con todo su ejército que se acercaba a siete mil hombres, se vino a ocupar otra al frente de mi bajada; y emboscó sus mejores batallones para impedirla colocando en la llanura su caballe ría que subirá a mil de buena gente la mayor parte: pero despaché todas mis tropas ligeras por una loma elevadísima de mi izquierda, dos batallones por otra del centro, y la caballería desmontada por la derecha, con lo que logré ponerme superior en todas direcciones a ellos, y descubrirlos por todas partes. En este estado y acercándose la noche dispuse dar descanso a esta tropa que se había batido por todas partes, subiendo y bajando montañas durante todo el día; y como había dejado en la primera altura que tomé todos los equipajes, víveres y tiendas de campaña, la pasamos todos al raso, y sin tener qué comer. El 28 por la mañana emprendí por todas partes el ataque, y a pesar de que los enemigos hicieron una tenaz resistencia, logré desalojarlos de todos los puntos, y ocupar la falda de la montaña a las tres de la tarde. En dicha hora despaché el regimiento segundo, el escuadrón de Olarria (bizarro y valiente en sumo grado) y la parte menos fatigada de los de Lavin y Vigil, y fui con ellos a reconocer el terreno por donde debía caminar al día siguiente. Se empeñó una fuerte acción con la mayor parte de la caballería enemiga, y los dos regimientos de pardos y morenos en quienes Rondeau (con razón) tenía mucha confianza: pero fueron sin embargo batidos y conseguí hacer el reconocimiento a mi gusto, sin embargo de que con su artillería larga, y un obús de siete pulgadas, nos hacían un vivo fuego. Pasó todo el ejército la noche al raso como la anterior, y una hora antes de ama· necer puse en movimiento todos los cuerpos que formé en columna en las lla– nuras. Marché con ellos sufriendo bastante fuego de la artillería enemiga, y desplegándolos en batalla y por el orden oblicuo, ataqué todo el flanco derecho de la línea de Rondeau, que se vió precisado a variar su posición en el momento que descubrió la disposición de mi marcha, ejecutándolo con más conocimiento militar del que yo le juzgaba, y aprovechándose de cuantas ventajas le ofrecían las cercas y arboledas inmediatas a su línea, en donde sus tropas ligeras hicieron una resistencia fuertísima parapetados en ella contra las mías que iban a cuerpo descubierto. Todos estos obtáculos fueron vencidos en proporción que el ejército marchaba hasta empeñarse el fuego por ambas líneas que duró el espacio de dos

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