Memorias, diarios y crónicas

438 JUAN JOSE ALCON horas; ocurrió durante ellas el que no hubiese cuerpo alguno que no tuviese ocasión de empeñarse, hasta los de reserva que tuve que ocupar en los principios de lo fuerte de la acción. Fueron los enemigos batidos y d esalojados de todas partes: pero reuniéndose siempre y perdiendo el terreno palmo a palmo con tesón y una disciplina como pueden tener las mejores tropas. Su caballería traba– jó admirablemente. A las once d e la mañana y después de haber dejado el campo sembrado de armas y cadáveres, perdida toda su artillería y campamen1os, se pusieron en precipitada fuga, y han sido perseguidos por espacio de tres leguas, hasta esta hora que son las cinco de la tarde. Olarria se ha acreditado de una manera que si no me perteneciese como pariente inmediato hablaría de su comportamiento: pero básteme decir a vuestra excelencia que en la persecución acabó con un regimiento de negros pasando con su escuadrón a cuchillo más de 400 de ellos. El batallón de cazadores ha procedi– do asombrosamente: fue atacado en la mitad de la acción por 300 hombres de caballería, los recibió con la bayoneta d espués de hacerles una descarga cerrada, y cambió dos veces el frente en el todo y parte de él, dando lugar a que se 1e aproximase la caballería de Vigil, que acuchilló la enemiga a toda su satisfacción. El escuadrón de r-larquiegui cumplió con igual bizarría desembarazándose de otro grueso de caballería que lo rodeó, y Marquiegui después de haber muerto a varios con su sable, ha quedado gravemente herido; y mortalmente el comandante de cazadores Rolando. En una palabra, el Rey, la nación, vuestra excelencia y yo, debemos estar llenos de agradecimiento a todos estos individuos militares desde el primer jefe hasta el último tambor de todo el ejército; pues se han portado todos a porfía de un modo tan igual que sólo las casualidades que ofrece una batalla han hecho que uno u otro cuerpo haya tenido más lugar de distinguirse. El batallón de valdivianos, chilotes y su compañía de cazadores que es del regimien· to de Talavera, es tropa asombrosa, y fue el cuerpo que tomó la !omita en que los enemigos tenían situada la mayor parte de su artillería. Dos soldados después de haber muerto a dos oficiales enemigos que tenían cada uno su bandera, las tomaron y me las han presentado, por otra ganada por el valiente batallón de partidarios cuyo comandante Valle se ha po rtado con el valor que acostumbra. El coronel Alvare¿ se ha distinguido mucho mucho; y el comandante general de avanzadas Olañeta, acreditado desde el principio de esta guerra, se ha llenado de gloria en estos días. Mi segundo el apreciable Ramírez, y el mayor general Tacón han trabajado de manera que nada me han dejado que desear. El intendente Arrieta que en las batallas de Vilcapujio y Ayohuma estuvo siempre a mi lado, no se ha apartado un punto de él, durante esta batalla con su hijo, sin embargo de su t ierna edad de nueve años, que también me ha servido en lo que le he ocupado, y su padre de mucho. En suma no tengo voces con qué explicar el comportamiento de todos, y por lo tanto confío en que a vuestra excelencia no le parezca: ni la piedad de su majestad que tanto aprecian los militares americanos, y europeos que le sirven tan noble y valientemente en esta distancia desapruebe las gracias que he concedido por de pronto en el campo de batalla. No sé hasta ahora cuál ha sido la pérdida por ambas partes, pues escribo a vuestra excelencia ésta en el campo de la acción: pero la de los enemigos pasará acaso de 1,500 muertos, más de otros tantos heridos, sobre 500 p risioneros que

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