Memorias, diarios y crónicas

446 MANUEL PARDO Y RIVADENEIRA sus moradores por no ver cerca una fuerza armada que los contu– viese, pues aunque aquí siempre hubo una guarnición de cuatrocien– tas a quinientas plazas, apenas había en ella un oficial de confianza, y as í la tenían todos los díscolos en que a la primera novedad esta– ría a su devoció n y órdenes la fuerza que mantenía la autoridad pública para su conservación, cuyo cálculo formaron generalmente todas las provincias que abrazaron el Partido Insurrecciona!, sin que en ninguna se pueda decir que los hubiese fall ado; a lo que se agre– ga el haberse gobernado esta provincia por jefes accidentales desde mediados de junio de mil ochocientos nueve, en que ha muerto el úl– timo propietario Don Francisco Muñoz y San Clemente, hasta el día. Gobernando uno de éstos el indio Brigadier don Mateo Puma– calrna, llegaron oficialmente los ejemplares de la Constitución Políti– ca, que en principio de diciembre del año de mil ochocientos doce remitió el señor Virrey de estos reinos a aquel gobierno, al que se presentó a los cuatro de su recibo un recurso insul tante con más de treinta firmas que había colectado el abogado don Rafael Ramírez de Arellano, quejándose en él, de que aún no se hubiese publicado la Constitución llegada allí cuatro días antes amenazando a nombre del público que no sería reconocido el Ayuntamiento ni obedecida la jurisdicción de los alcaldes que lo fuesen formados por él (1) a cuya consecuencia y a la de la retracción de varios de los que ha– bían firmado el c itado recurso se formal izó, sumario por el Gobier– no, y en su vis ta en principios de febrero del año siguiente se de– cretó el arresto de Arellano en el cuartel de aquella capital. En este tiempo ya se hallaba formalizado el complot para que el nombramiento de electores municipales recayese en sujetos de su confianza a fin de poner un cabildo a propósito de sus fines, ha– biendo repartido con anticipación lista de los sujetos que debían de serlo, especialmente en la Parroquia llamada de la Compañía; con lo que les fue muy fácil realizar el atentado que concibieron de poner en libertad a viva fuerza al abogado Arellano atropellando la guar– dia de Prevención, y rompiendo las rejas de la pieza en que se ha– llaba detenido, saliendo al intento más de mil hombres del Conven– to de la :\lerced, e n donde se hallaba congregada la Parroquia la mañana del día siete de febrero, convocados éstos por el Tesorero de aquellas Reales Casas, don Baltazar de Villalonga, como lo acredi– ta el acta de aquella Jun ta (2) y el oficio que dirige a l Superior Gobierno de Lima en veintiseis de abril de aqu el año el Jefe políti– co Brigadier Pumacahua (3).

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