Memorias, diarios y crónicas

l\ll l\IOIH \ SOJIRI'. l.A REV01.UCI01' OE 1814 447 La debilidad del gobierno dejó correr impune este escandaloso atentado, lo que hizo más audaces a sus autores, por lo que instala– do el Cabildo Constitucional a su entera satisfacción, comenzó a arrostra1 a todas las autoridades legítimas, señaladamente a la Real Audiencia y al Gobierno; aquélla toleró en silencio y con pruden– cia, lo que no podía remediar, y éste tampoco se resolvió a conte– ner con la fuerza los rápidos progresos de su amb ición, bien fuese por la desconfianza que tenía de ella, o por lo que tal vez recelaría que este medio anticiparía el deso rden que pretendía evitar. Así corrieron las cosas hasta que en principios de octubre de aquel mismo año tuvo el Gobierno una delación h echa por un veci– no de aqu ella capital llamado don Mariano Zuvizarrcta en que ase– guraba que Vicente Angulo, Gabriel Béjar, Juan Carbajal y otros se hallaban resueltos a asaltar el cuartel, la que ratificada en la noche del día nueve del propio mes asegu rando ser aquella la designada para el intento, y que al efecto se le habían entregado ya veinte cartuchos por el primero, sin embargo de que en la misma dijo haberse ya diferido para otro día (4) se mandó arrestar a los tres ya nombrados, aunque con el notable yerro de que en varios días no se hubiese pensado en el reconocimiento de las habitaciones de los reos, cuya dil igencia hacía más urgente la entrega de los veinte cartuchos que había expuesto Zuvizarreta, y su atraso impidió la justificación del cuerpo del delito; pero no por eso dejó de tener el Gobierno el convencimiento moral del riesgo que corría la tranquili– dad pública y para asegurarlo se multiplicaron de noche las patru– llas y rondas, concurriendo a ellas los vecinos más honrados de la Capital, y aun el fiscal y el regente que en sus respectivos turnos los mandaban y aunque no se presentaban unos hechos terminantes que indicasen alguna novedad próxima el recelo general, y el anun– cio diario de saqueo lo hacía temer. Sin embargo de la vigilancia de los vecinos honrados que conti– nuaban diariamente en sus rondas se halló el Gobierno el día c inco del inmediato noviembre con sus delaciones hechas por los contado– res de las reales cajas y aduana, don Francisco Basadre, y don Antonio Zubiaga. Al primero se la había hecho don i\lariano Arria– ga oficial de las mismas cajas (5) y al segundo e l europeo don José Taboada (6) en las que uno y otro afirmaba ser aquella la noche señalada para el asalto del cuartel a la sombra del entierro de un párvulo en la Parroquia de la Compañía contigua a él. El gobierno tomó inmediatamente totlas las medidas que le han parecido conve-

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