Memorias, diarios y crónicas

:'.\!Fl\IORI.\ SOBRI" l..\ REVOJ.UCtO DF. 1814 449 para declarar la competencia que sobre su conoc1m1ento había for– mado el alcalde constitucional Valer, sin embargo de lo cual se sus– tanció el artículo de la libertad de los reos Angulo y Feijó y se accedió a ella, descuidando absolutamente de la seguridad de los demás, que sólo en el nombre continuaban arrestados en el cuartel, paseándose por el día libremente por sus claustros y saliendo por la noche a donde les acomodaba. Este descuido o mas bien delincuente indulgencia de parte de los oficiales del cuartel, y de la comandancia general de las armas, dio lugar a que los arrestados sedujesen la tropa acuartelada y con promesas de saqueo, de pagas dobles y con el mucho aguardiente que les ministraron en la noche del 2 de agosto de aquel afio la comprometieron toda a sus inicuas ideas, con lo que comenzaron a las tres de la misma noche a despachar partidas mandadas por los mismos presos para arrestar a las autoridades, y a todos los euro– peos que habían en la capital; de modo que al amanecer del día tres, se hallaban en los claustros del cuartel casi todos los emplea– dos y europeos; y a las ocho de la misma mañana levantadas dos horcas y confesores en los calabozos para ahorcarlos a todos, lo que no se llevó a efecto por una especie de prodigio. En este estado, no sería muy difícil restablecer el orden si el cabildo secular, cabildo eclesiástico, diputación provincial y Reveren– do Obispo, a cuyos individuos en nada han incomodado formasen alguna oposición a esta novedad, retratando con todos sus colores el atentado que acababa de cometerse, pero lejos de eso queriendo dar alguna apariencia de popular a este inicuo procedimiento reuni– das las tres c itadas corporaciones nombraron por aclamación de comandante general de las Armas al José Angulo (9) que había hecho el primer papel en aquella infausta noche e instalaron un gobierno compuesto de tres funcionarios que lo han sido sólo en el nombre porque nada más se hacía que lo que quería e l José Angu– lo, y los que lo dirigían, a cuya disposición se hallaba toda la fuer– za armada. Inmediatamente mandaron venir a la capital, del pueblo de Urquillos, distan te seis leguas de la capital en donde se hallaba el Brigadier Pumacahua, uno de los tres gobernadores nombrados para interesarlo en la revolución, como que tenía en los indios un ascen– diente decidido, tanto que era conocido entre ellos con el nombre de INGA el cual se acomodó luego a las nuevas ideas, las que co– municaron incontinenti por medio de sus agentes a las provincias

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