Memorias, diarios y crónicas

450 MANUEL PAROO Y RIVJ\DENEIRA limítrofes de IIuamanga, Arequipa, Puno y La Paz, practicándose todas las diligencias relativas a la propagación del contagio con más acierto y tino del que se podía esperar de los que hasta entonces se presentaban actores públicos de la Revolución, pues Pumacahua, Béjar, los Angulo y Hurtado de 1'.lendoza eran a porfía ignorantes, sin la menor instrucción en ninguna materia, ni saber más que odiar a los europeos, y al Gobierno Español. Las clases de éstos eran humildes, porque Pumacahua era indio neto elevado a la clase de Brigadier por los servicios que había hecho a la Corona en tiempo del Rebelde Túpac Amaro; los Angulos y Béjar mestizos; Hurtado de Mendoza natural de Santa Fe de Corrientes en el Virreinato de Buenos Aires, blanco pero de clase ordinaria, muy pobres todos hasta no tener que comer, a excepción de Pumacahua que en la clase de indio le sobraban proporciones, todos muy cobardes, me– nos Hurtado que era naturalmente turbulento. Las medidas políticas que tomaban para interesar la Provincia en sus ideas, y seducir a las vecinas no estorbaba el que tratasen de dar aumento a la fuerza armada con que se hallaba la capital, lo que no les ha sido difícil, reuniendo los desertores del ejército real, y los muchos oficiales licenciados a consecuencia de la desgraciada acción de la ciudad de Salta y acopiando las muchas escopetas que había, en la provincia, y los fusiles que habían traído los desertores cuando abandonaron sus banderas, con lo que se hallaron luego en estado de remitir divisiones armadas a las ciudades de Huamanga, Puno, La Paz y Arequipa capitales de sus respectivas provincias, mandada la primera por Béjar y Mendoza aquél en Jefe, y éste de segundo ambos con el grado de brigadieres; la segunda que se diri– gía a un tiempo a las capitales de Puno y de La Paz, por un capi– tán que lo había sido del Ejército del Rey llamado Pinelo con el grado de coronel, y por el Vicario de la Parroquia ele la Compañía don Ildefonso de las Muñecas, y la última por Vicente Angulo, de segundo con grado de Brigadier, y en jefe por Pumacahua con gra– do de r-- Iariscal de Campo, las que no sólo recibieron sin oposición a la fuerza armada, y a los Comisarios de los Rebeldes; sino con aclamación siguiendo en todas ellas el ejemplo que les había dado el Cuzco de arrestar a las autoridades y europeos que no pudieron escapar. Sin embargo la ciudad de Arequipa, a cuyas inmediaciones se hallaba la mayor parte de la fuerza de los Rebeldes, se con tuvo algún tiempo con el respeto de una compañía del Real de Lima

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