Memorias, diarios y crónicas

1\lH'10Rl\ som~E [.¡\ REVO l.UClO"f DE 1814 451 que estaba en ella y princ ipalmente con la presencia del i\lariscal de Campo don Francisco Picoaga cuya intrepidez y adhesión al gobier– no español eran bien conocidas de todos sus habitantes, el que pre– cisado a salir al encuentro del ejército de los rebeldes con la poca tropa que precipitadamente pudo reunir abandonado por la mayor parte de e lla lo hicieron prisionero, como al Intendente de la pro– vincia don José Gabriel i\loscoso, entrando en su consecuencia en aquella capital el diez de noviembre del propio año , y remitiendo luego al Cuzco a los dos ilustres prisioneros que alevosamente sacri– ficaron a su venganza y seguridad quitándoles la vida en sus calabo– zos en la noche del veintinueve de enero del siguiente afio, después de haber recibido varias declaraciones relativas a conspirac1on inten– tada contra el Gobierno de las que resultaba contar para jefes de ella a estos heroicos americanos. En razón del t iempo que iba corriendo, y de la extensión del territorio a donde se iba comunicando este veneno mortífero se iba engrosando el número de los rebeldes asociándoseles muchos que a su celo y actividad agregaban algunas luces de que absolutamente carecían los primeros autores. Entre éstos se han distinguido mu– chos individuos del Clero Secular y Regul¡u, y hasta el mismo Obis– po don José Pérez y Armendaris, que en medio de su edad nonage– naria, manifestaba en sus conversaciones familiares, y en su conduc– ta con los jefes de la insu rrección la mayor adhesión a su rep roba– do sistema exhortando oficialmente al intento los Vicarios, y dán– doles de éstos los que se han pedido por los insurgentes, para capellanes de sus tropas, y aun para dirigirlas: y c ircu la ndo al Clero Secular y Regular una fórmula de defender la Pat ria, y ai Jefe de ella ( IO) diciendo con frecuencia que Dios sobre las cosas que pro– tegía ponía una mano pero que sobre el sistema del Cuzco había puesto las dos. Los ministros del Altar así seculares como regulares han segui– do fielmente el ejemplo que les daba su prelado, y como que su opinión en los pueblos ignorantes influye decisivamente sobre los espíritus, ha perjudicado sobremanera su conducta a la causa del Rey, pues es difícil concebir que un órgano destinado para la publi– cación del Evangelio, lo sea al mismo tiempo de la mentira, de la seducción y de la iniquidad, y así es que el J osé Angulo, jefe ya único po l íti~o y árbitro de Ja fuerza armada, se hallara siempre rodeado de frailes y clérigos que eran sus principales consejeros, de los cuales a lgunos opinaban que el robar o matar al Sarraceno (así

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