Memorias, diarios y crónicas

452 MANUEL PARDO Y RIVADENEIRA llamaban al vasallo fiel del Rey) era lícito, de lo que resultó que la plebe de la provincia, que al principio manifestaba indiferencia hacia el nuevo sistema, con el ejemplo de los eclesiásticos en gene– ral y particularmente de sus pastores se hubiesen decidido por el sistema subversor; lo que no excluye que entre los eclesiásticos se hubiesen conservado algunos pocos con la firmeza y valentía que se debía esperar de unos hombres verdaderamente penetrados de las verdades evangélicas que nos ponen por piedra angular la obediencia y fidelidad a los príncipes legítimos. La localidad de la provincia del Cuzco o su situación central presenta pocos medios de aumentar su fuerza y menos para soste– nerla, por lo que pasados los primeros meses en que los frutos de la rapiña contribuyeron a la conservación de la fuerza armada ya les ha sido preciso recurrir a medios extraordinarios como lo han sido los donativos voluntarios e involuntarios por lo que los pudien– tes que veían ya acosadas sus fortunas iban perdiendo el primer fer– vor que habían manifestado por la libertad patriótica. Convencidos de estos principios los directores de los rebeldes, y de la imposibilidad en que se hallaban para sostenerse, trataron de interesar en su causa a sus hermanos de Buenos Aires remltién– doles comisarios que lo han sido el presbítero don Carlos Jara, y el abogado don Jacinto, Fernández, que en sí no pudieron conseguir desempeñar su cargo por hallarse interpuesto el ejército del Rey al mando del señor don Joaquín de la Pezuela. El eclesiástico Jara se ha muerto en Arequipa, y el abogado Fernández andaba prófugo por las provincias de Puno y aunque se deben suponer las insttuc– ciones y poderes de que irían revestidos estos miserables agentes, no se pudo conseguir ninguna auténtica, pero sí un borrador que se encontró entre los papeles del prebendado don Francisco Carrascón, al tiempo que se actuó el inventario de sus bienes (11). El Excelentísimo señor Virrey del Perú luego que se instruyó de esta novedad mandó a la ciudad de Guamanga una división de cien hombres del Regimiento de Talavera a las órdenes del teniente coronel don Vicente González, el que auxiliado de unos trescientos lanceros de Ja Villa de Huanta, consiguió el primero de octubre de aquel año derrotar las fuerzas considerables con que llegaron a atacarlo los insurgentes a aquella Villa, posesionándose luego de la ciudad de Iluarnanga, en donde los rebeldes habían formado su cuartel general, pero no por eso se resolvió a continuar adelante, pues ni sus pocas fuerzas Je permitían, ni el riesgo en que dejaba

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