Memorias, diarios y crónicas

~ll 1\IOHI.\ SOBRE LA REVOLUCIO!'. DF 181-f 455 vincia, el que tuvo varios encuentros con ellos consiguiendo siempre destruirlos; pero como la fuerza no puede hallarse a un tiempo en todas partes, y la disposición de los corazones con una pequeña excepción estaba tan viciada, nunca se puede llegar a un grado de confianza absoluta, que sólo el tiempo y la política podrán pro– porcionar. :\Iientras, se necesita mucha vigilancia en los jefes de las Pro– vincias, y en los comandantes de las Armas, y aún contemplo nece– sario el que en estos primeros tiempos todas las guarniciones sean europeas; y no lo siento tener muy pocas o ningunas armas en las provincias, pues se han notado que las armas que en ellas tenía el Rey y las tropas que pagaba han sido los primeros puntos de apo– yo para realizar sus naturales los atentados que han costado tanta sangre y fatigas a los verdaderos españoles. Enterada la tropa que tenían los rebeldes en la Provincia de lluamanga de la subyugación del Cuzco mataron a su jefe :\1endoza y comenzaron a implorar el perdón que se les concedió, aunque antes había sido preso y muerto uno de los comandantes de aque– llos bandidos llamado Mariano, hermano de los Angulo, con lo que pudo venirse al Cuzco desde Huamanga el teniente coronel de Tala– vera don Vicente González para guarnecerlo con su tropa, y luego se regresó al ejército real la división pacificadora. Aquí habría concluido la relación histórica de las turbulencias de esta provincia, acomodándome al real precepto que la motiva; pero como su objeto es adquirir los conocimientos necesarios para arreglar la conducta política de la Metrópoli con las Américas, en lo sucesivo creería no haberl0 llenado si no diese alguna idea de la causa general que ha uniform<.do la conducta de éstas, pretendiendo a un mismo tiempo sacudir la dependencia del Gobierno español. Es una verdad de que esto debe penetrarse, que en todos los puntos de ambas Américas, en donde han podido con alguna proba– bilidad de buen éxito levantar el estandarte de la independencia lo han ejecutado así; y que sólo ha dejado de verificarse en aquellos parajes en que su antigua e inveterada rivalidad con las provincias vecinas no les permitía ponerse de acuerdo entre sí; como ha suce– dido en la villa de Huanta, y la ciudad de Iluamanga; y con las ciudades de Quito y Cuenca en el Perú; por lo que hemos visto, que ésta, y la villa de Iluanta han sido unos fuertes ante murales, se puede decir espontáneos, en que se han estrellado los proyectos subversivos de sus respectivas capitales; o en aquellos puntos donde

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