Memorias, diarios y crónicas

l\!El\!ORJA SOBRE L\ REVOLUCION DE 181-f 457 en caso necesario, para apoyarlos. De estos antecedentes deducían que el intentarlo, y realizarlo era una misma cosa; para asegur.a.r el suceso empezaron a desacreditar a todos los funcionarios públicos del gobierno español, atribuyéndoles delitos y defectos que los hicieron odiosos a la multitud cuya opinión necesitaban para llevar adelante sus pérfidos designios. Los Apóstoles del Evangelio no tro– pezaron en la barrera que éste les pone para que a un mismo tiem– po no lo pudiesen ser contra la Santa Religión de que son minis– tros, y contra las legítimas potestades, y allanaron este paso de un modo que se han excedido a sus esperanzas, declarando no sólo a todo europeo, pero también a los criollos honrados, y a sus bienes una guerra cruel de sangre y fuego. Digo que los eclesiásticos se han excedido sus esperanzas en la conquista de los espíritus y de los corazones, porque sus principios, aunque tan negros como sus fines siempre fueron bajo el velo hipó– crita de Fernando Vil que poco a poco iban corriendo según lo permitía la opinión de los pueblos. En este punto se hace muy notable que en la Península el clero Secular y Regular haya sosteni– do con tanto heroísmo los intereses del Altar y del Trono; y en América uno y otro hayan sido los mayores enemigos de estos tier– nos y recomendables objetos poniéndose al parecer en contradicción con sus propios intereses, pues no podían ignorar que ambas causas caminaban a un mismo paso; pero el objeto era dejar la religión con el ropaje del culto exterior, bastante para que su m1msterio sacase de un pueblo ignorante todo el fru to con que le lisonjeaba su avaricia. Felizmente la lucha de España ha sido terminada a tiempo de poder remitir con fruto a las Américas parte de aquellos sus valien– tes hijos que supieron conservar su integridad contra un enemigo que en los delirios, y en la embriaguez de su poder, osaba llamarse omnipotente ; por cuyo medio no puede dudarse de que se conse– guirá la subyugación general, pero no la pacificación: la guerra se ha declarado en sus corazones y no hay ejemplar de uno verdadera– mente arrepentido en esta especie de delitos; la harán siempre que puedan con probabilidad de algún fruto, y solo la religión y una política constantemente sostenida en su sistema, podrá formar en las generaciones venideras unos espíritus y unos corazones verdade– ramente españoles; ésta es obra muy lenta, y no se puede sacar de su paso sin arriesgar su fruto; entre tanto es forzoso , que las guar– mc1ones de América estén en las manos de los europeos, con lo

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