Memorias, diarios y crónicas

466 MANUEL P ARDO Y RIVADENEIRA ciudad asistiesen en la publicación de la Constitución, ninguno asis– t10 ni concurno a su celebridad como ordena la Constitución para su mayor solemnidad, y sólo yo con los regidores del an tiguo Cabil– do, con mis subalternos, llevé el peso como se comprueba por los documentos de Jura que también van insertos. Aunque mirando con prudencia me manejé con pasos lentos; pero dí cuenta a Vuecencia con testimonio de lo obrado por vía reservada, y por la misma Vuecencia me facultó el que a los cabezas los remitiese con el pro– ceso presos a esa capital. Sobrevino la elección de vocales para nombramientos de Alcaldes y Regidores el día siete de febrero d el presente año: aquéllos ya caudillados por Arellano, e interesados en ser Regidores y Procuradores S índicos lograron la coyuntura de estar la plebe juntada en el convento de La Merced para descubrir su premeditación; y así fue, que vulne rando mi autoridad, y aun h del Párroco Cura que en cumplimien to del artículo cuarentaiseis de la Constitución asistía, se me enrostraron don Domingo Rozas, don Juan José de Olañeta y otros muchos pidiendo soltura a los reos, porque concebían eran inocentes, viendo aquel tumulto en que ya mi autoridad se hollaba, me vi comprometido a hacer lo que aqué– llos apetecían, firmando el papel de soltura, que me pusieron a la mano, mas antes pasaron a forzar el cuartel general, según advertirá Vuecencia del parte que acompaño, y del papel de fianza que hicie– ron los que se manifestaron más interesados: de esta suerte se hizo la votación de electores de la Parroquia Matriz de los Españoles, siendo así que en las demás parroquias no hubo alboroto alguno. Este suceso evité poner en noticia d e Vuecencia porque los mismos señores de esta Real Audiencia, con cuyo parecer y consul– ta me conducía, me estorbaron para que después oportunamente le informase remitiéndole estos autos como lo hago ahora. Advertía que la ansia de los nombrados electores era hacer Alcaldes, Regido– res y Procuradores Síndicos a aquellos que eran aparentes a sus designios, y fomentar la inquietud que ya se descubría proyectado por ellos mismos; y cuando conocía que el resto del pueblo era inocente, y no era posible que esta ciudad tan leal y fiel, cuyos hijos estaban actualmente en el Alto Perú defendiendo la Real potestad manchase su buena reputación, me apliqué a la prudencia, humildad, abatimien to y aun desprecio hasta lograr su quietud, y tam– bién que los mismos delincuentes ocurriesen a sorprender a la rec– titud de Vuecencia maculando mi conducta y la de aquellos inocen– tes y fieles vecinos que me servían como subalternos del Gobierno

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